En la historia de nuestros cultos en Amrica Latina nunca haba existido una dependencia tan fuerte en las emociones. Tristemente, esto ha llevado a una gran polarizacin que puede ir desde el extremo de quienes practican una liturgia dependiente de las emociones hasta quienes se vuelven tan rutinarios que sus himnos y oraciones son meras repeticiones. Hoy, ms que nunca, se hace necesario practicar un culto basado en convicciones producto de una buena interpretacin bblica en vez de un culto basado en las emociones e ideas humanas. El peligro es irnos a los extremos.

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En muchos sentidos, nuestro caminar con Dios es algo que nosotros no debemos guardar en silencio. Compartiendo nuestra fe, nosotros no solo esparcimos las buenas noticias, pero nos declaramos pblicamente como uno que es cristiano y no estamos avergonzados de ello. Pero, por otro lado, es posible ser tan pblicos, tan conscientes de que las dems personas nos estn viendo que transformamos nuestra espiritualidad en un desempeo pblico. Cuando esto ocurre, solemos practicar nuestra justicia para ser vistos por ellos en vez de caminar humildemente con nuestro Dios.

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Qu tercos podemos ser! Egostas hasta el fondo, queremos hacer las cosas a nuestra manera, no a la de otra persona y ciertamente no a la manera de Dios! Cortos de vista, vemos lo inmediato y lo obvio, no el final ni lo oculto. Fcilmente irritados e impacientes, nuestra primera reaccin cuando alguien se aprovecha de nosotros es de vengarnos, de establecer una postura defensiva y sin permitirle a nadie una pulgada de ventaja. Esos esfuerzos solo se intensifican cuando tratamos con un adversario. En ese momento no nos satisface mantenernos firmes y ser determinados, nuestro orden del da es llegar a desquitarnos. Jess ofrece un revolucionario, an extrao consejo en Su Sermn del Monte. Sin tirar puetazos, l menciona la mejor manera para manejar las situaciones sensibles que implican a aquellos que amenazaran nuestros derechos personales. l ofrece un consejo contracultural y nos reta a obedecer. Con esta seccin del sermn de Jess, la mayora de las personas tienen sus luchas ms grandes.

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Qu tercos podemos ser! Egostas hasta el fondo, queremos hacer las cosas a nuestra manera, no a la de otra persona y ciertamente no a la manera de Dios! Cortos de vista, vemos lo inmediato y lo obvio, no el final ni lo oculto. Fcilmente irritados e impacientes, nuestra primera reaccin cuando alguien se aprovecha de nosotros es de vengarnos, de establecer una postura defensiva y sin permitirle a nadie una pulgada de ventaja. Esos esfuerzos solo se intensifican cuando tratamos con un adversario. En ese momento no nos satisface mantenernos firmes y ser determinados, nuestro orden del da es llegar a desquitarnos. Jess ofrece un revolucionario, an extrao consejo en Su Sermn del Monte. Sin tirar puetazos, l menciona la mejor manera para manejar las situaciones sensibles que implican a aquellos que amenazaran nuestros derechos personales. l ofrece un consejo contracultural y nos reta a obedecer. Con esta seccin del sermn de Jess, la mayora de las personas tienen sus luchas ms grandes.

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No hay signo ms revelador de la erosin moral en una sociedad que el dao de la integridad. En la escena domstica se revela ms dramticamente en la infidelidad matrimonial. En las vidas personales de los individuos, se evidencia ms claramente en la falta de honradez verbal. Cuando los cnyuges se engaan unos a otros cuando las personas se mienten unas a otras, la fibra moral de una nacin se debilita y empeora rpidamente. Tales cosas no deben de caracterizar a aquellos que dicen pertenecer a Cristo. En Su mejor sermn, Jess habl de estos dos temas. Como veremos, l fue ms all de la letra de la Ley. l hizo claro que el matrimonio requiere una fidelidad absoluta y las relaciones personales requieren una franqueza absoluta.

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Las enseanzas de Cristo continan llamando la atencin de todos los que las estudian. Aunque han pasado siglos desde que l habl, Sus palabras permanecen tan penetrantes y profundas como cuando cayeron por primera vez en los odos de Su audiencia. Debido a que l habl con una autoridad ungida y no como otros en Su tiempo, las personas se asombraban y ltimamente llegaban a ser individuos cambiados. Ninguna de Sus declaraciones fue ms profunda que Su Sermn del Monte. Con un anlisis profundo y una sabidura intuitiva, l desenterr la hipocresa externa de la religin y habl de los asuntos que realmente importan. En esta seccin en particular, l habla del cristiano y la Ley Mosaica. En el centro de Su instruccin est la rectitud teniendo una base para pararse ante un Dios santo.

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