Había una vez una mujer llamada Laura. Desde muy joven,
Laura había sentido un profundo amor por Dios y anhelaba tener una relación
íntima con Él. Sin embargo, a medida que crecía, se encontraba cada vez más
alejada de la religión organizada. Las experiencias que tuvo en diversas
iglesias y la hipocresía que observó en algunos creyentes la habían dejado
desilusionada y desencantada. Sentía que la religión se había convertido en un
conjunto de reglas y rituales vacíos, alejados del verdadero corazón de su fe.