Share 30MilSomosTodxs | Voces Recuperadas
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By 30MilSomosTodos
The podcast currently has 36 episodes available.
Soy Julio Antonio Martín Martín. Nací en Madrid en el año 49, el mismo año en que mi padre fue contratado por la Ffacultad de Artes de Tucumán para enseñar metalistería artística. Unos años después mi madre viajó conmigo. Fui a la escuela Mitre en la primaria y egresé del secundario en el Instituto Técnico de la UNT. Me gustaba mucho dibujar, sobre todo autos y personas en diferentes posiciones. Quizás fue debido a este gusto por el dibujo que seguí la carrera de arquitectura.
Memoria, Verdad y Justicia.
#30MilSomosTodxs
Soy Ismael Salame, nací en Tucumán en febrero de 1947. Integré la Juventud Peronista de la IIIª Zona y alimentado por las lecturas del revisionismo histórico, fui parte de una generación que tomó profunda conciencia peronista y revolucionaria. Empecé mis estudios universitarios en la Facultad de Derecho, es ahí donde me sumé al Integralismo. En el ambiente estudiantil, participé activamente en los dos tucumanazos de 1969 y 1970.
Memoria, Verdad y Justicia.
Soy Gustavo, tengo 17 años, soy militante de la Juventud Peronista y en pocos días comienzo el 4to año del bachillerato en una escuela nocturna de Ramos Mejía. Hice un curso de reparación de radio y TV y alquilo un pequeño espacio como taller para colaborar con mi familia y los compañeros que necesiten.
Cuando vinimos a vivir a Buenos Aires conocí otra realidad social y tantas injusticias despertaron mi sangre militante.
Hubo un golpe de estado. Están secuestrando a gente de todas las edades. Los que consiguieron escapar cuentan atrocidades que dan miedo.
La noche del 9 de febrero de 1977, cuando llegaron por mí, me entregue sin resistencia para que no lastimaran a mi mamá y mis hermanas menores. En esos días conversé con un compañero en la comisaría de Haedo. Él me vió muy lastimado. Le conté sobre mi abuelo enfermo, que tenía las manos atadas a mi espalda y pude pasarlas hacia adelante. Nada más supieron de mí…
Un día como hoy se detuvo el mundo: las peleas, la alegría, las canciones. Los libros, el mate, la guitarra. La ropa, el desorden, las medias sin par. El cariño, las rabietas, la complicidad. El futuro...
Un día como hoy cavaron un hoyo en la tierra y todos desaparecíamos.
Me llamo Roberto Gustavo Luis Lescano… el nombre de papá, el que quería mamá y el de mi abuelo. Tengo 17 años, nunca dejen de buscarme!
Memoria, Verdad y Justicia
30MilSomosTodxs
Mi nombre es Carlos Emilio Assales, pero me dicen “Tincho”. Tengo 29 años y una hija, soy militante de Montoneros. El 11 de febrero de 1977 me secuestró la patota de la ESMA. Fui al estudio de un compañero que había caído días antes, y ahí me estaban esperando. Mi compañera, supo que me sacaron del edificio en una camilla como si fuera un enfermo. En ese centro de exterminio me pusieron la pentotal y me subieron a un avión del que luego me bajaron diciéndome que ese día no me tocaba. Dormí un día entero, y cuando desperté pude contar a mis compañeros lo que estaba pasando. Algunos de ellos dicen algunos fui el descubridor involuntario de los vuelos de la muerte. Hoy, continuo desaparecido, pero sé que 44 años después me siguen buscando y exigiendo justicia…. y vivo volviendo, porque 30.000 somos todos.
Soy Eduardo Aníbal Serrano. Nací en Tucumán en 1953.
Egresé del Gymnasium Universitario y comencé las carreras de Historia y Filosofía, ambas en la Facultad de Filosofía y Letras de la Universidad Nacional de Tucumán en la cual me desempeñé como presidente del Centro de Estudiantes.
Me casé con Cristina Aráoz, y nuestra hija Carla nació en septiembre de 1976.
Ese año yo trabajaba en Buenos Aires, en el Instituto ILVEM de lectura veloz y bachillerato para adultos. Con el tiempo se supo que los dueños de este instituto, eran informantes de la Marina.
El 26 de Octubre, a media mañana recibo el llamado de un amigo y compañero de trabajo, Robert Boudet, quien me pide que nos encontremos a tomar un café en la Confitería El Molino, de Av. Callao y Rivadavia. Yo desconocía que Robert había sido secuestrado dos días antes, en la noche del 24 de Octubre. Fue una trampa aquel llamado.
Según testigos presenciales, fue un operativo conjunto de la Marina y el Ejército, había muchos hombres fuertemente armados y vestidos de civil. Al rato, otro compañero de ILVEM, me ve dentro de un Ford Falcon verde.
Tiempo después, mi familia supo que me llevaron al Centro de exterminio, el Arsenal Miguel de Azcuénaga de Tucumán. Allí fui torturado tanto que perdí un ojo y un brazo. Un médico del Ejército, Rodríguez, le hace saber a mi suegro que yo estaba vivo en esos tiempos.
En Julio de 1978, cuando todavía era el mundial de fútbol, un militar le comunica a un familiar de mi mujer que mi expediente había desaparecido... eso significaba que me podían haber trasladado a un centro de máxima seguridad. Mi familia no entendió que, en la jerga de los asesinos, aquello significaba la muerte.
Cristina, mi mujer; Carla, mi hija a la que disfruté sólo 42 días y demás familiares, aún siguen esperando que me encuentren.
Memoria, Verdad y Justicia.
#30MilSomosTodxs.
Soy Pedro Rondoletto, nací en Tucumán el 1 de noviembre de 1920.
Durante mi juventud, jugué al fútbol en los clubes Central Córdoba y San Martín.
Entre a trabajar a la editorial y librería La Raza y ahí conocí a María Cenador, hija del dueño de la imprenta, nos enamoramos y nos casamos en 1947. Tuvimos tres hijos: Marta, Silvia y Jorge.
La casa donde vivíamos tenía dos plantas; en la de abajo estábamos con mi hija Silvia y en la de arriba estaban Jorge y su esposa Azucena. Remodelamos un costado de la casa como un local en el que instalamos con mi socio Gramajo, una imprenta chica dedicada a papelería comercial y a la encuadernación, trabajo que hacía mi esposa, María, oficio que había estudiado en la universidad.
Mis tres hijos, además de trabajar y estudiar, militaban políticamente, lo cual para mí era medio sorprendente, pues nunca percibí la política como algo cercano a mi realidad. María y yo nunca hablábamos de política. Al que más lo ubicaba era a Celestino Gelsi, un gobernador radical que apareció con la caída del peronismo en el 55, y mi mujer se inclinaba por la Democracia Cristiana. Nunca entendí de dónde los chicos habían salido peronistas, tantos años después.
El 2 de noviembre de 1976, entre las 2 y 3 de la tarde, un grupo compuesto de más o menos 30 hombres armados pertenecientes a la V Brigada de Infantería bloquearon la cuadra y entraron a la imprenta. Los hombres vestían de civil, con medias de nylon cubriendo sus rostros, y portaban armas cortas y largas y todos tenían voz de mando como los del Ejército. Al identificarme, uno de ellos me golpea brutalmente y así me llevan al interior de la casa donde ya se encontraban mi esposa y mi hija Silvia, también rodeadas de militares. Simultáneamente, un tercer grupo de encapuchados trajo del departamento de arriba a mi hijo Jorge y a mi nuera Azucena Bermejo quien ya tenía un embarazo de cuatro meses.
Luego de aproximadamente 35 minutos, nos sacan de la casa, con los ojos vendados y bolsas sobre nuestras cabezas. A María y a mí nos metieron en un auto del estado, y a los chicos, en un auto negro. Antes de partir, uno de los hombres le dijo mi socio que tenía veinticuatro horas para cerrar la imprenta… o le pondrían una bomba.
Los secuestradores se apoderaron de todas las pertenencias que encontraron. Durante varios días la casa estuvo siendo saqueada, y se quedaba un hombre a custodiarla. También sustrajeron los dos automóviles de la familia, un AMI 8, de mi propiedad y un Citroën 3 CV propiedad de mi hijo Jorge. Mi auto fue entregado como gratificación por el Comisario Roberto ALBORNOZ a un Sargento que iba a jubilarse y que nos había custodiado en la Jefatura de Policía.
Luego nos pasaron a la cárcel de Villa Urquiza y finalmente al Arsenal Miguel de Azcuénaga, donde fui fusilado junto a mi hijo Jorge. Nos habían sacado del recinto de detención y entregados al Primer Alférez Roberto Barraza, quien junto al Teniente Coronel Cafarena y dos o tres gendarmes más, nos conducen al borde de una fosa. Cafarena da la orden de disparar y luego de caer, nos arrojan encima ramas, llantas, aceite y gasoil, y nos prenden fuego. Yo permanezco aún con vida cuando me arrojan otra rueda de tractor y le prenden fuego. El Ex gendarme Antonio Cruz pide a Barraza que me mate, pero éste se niega, dejándome morir quemado.
Cuarenta años después, en 2016, partes de los restos de mi familia fueron encontrados por el CAMIT, en el Pozo de Vargas e identificados por el Equipo Argentino de Antropología Forense. Un año después identificaron mis restos, también, extraídos del Pozo de Vargas.
Memoria, verdad, justicia.
#30MilSomosTodxs
Soy María Cenador, me dicen “Nena”. Nací en Tucumán y era hija de Andrés Cenador Aparicio y Ramona Barrasa. Mi padre tenía la imprenta y librería “La Raza”, que llegó a convertirse en una muy reconocida editorial en Tucumán.
Cuando tenía 16 años, mi madre falleció. Luego el amor llegó a mi vida: me enamoré de Pedro Rondoletto, un empleado de la imprenta al que todos querían mucho. Era un gran jugador de fútbol. Nos pusimos de novios, nos casamos en 1947 y tuvimos tres hijos: Marta, Silvia y Jorge. Formamos una familia unida y fuerte.
Cuando los chicos fueron más grandes, decidí comenzar a trabajar y luego me puse a estudiar encuadernación en la UNT. Con ese título, me sumé como encuadernadora en la imprenta de mi marido y un socio, la que funcionaba en un local delantero, en la propia vivienda familiar.
Mis tres hijos y mi nuera, Azucena, militaron en diferentes agrupaciones, discutían y hablaban mucho al respecto. También comencé a compartir ese otro universo del compromiso político, aunque mi marido no se involucraba en esas perspectivas. Yo era más abierta a escuchar y también a expresar mis opiniones. Era la que estaba más al tanto de las actividades de mis hijos, que tenían un fuerte compromiso con lo social y político.
El 2 de noviembre de 1976, alrededor de las 14, un grupo de tareas se presentó en nuestro domicilio y nos secuestraron a Pedro –que estaba trabajando en la imprenta–, a mi hija Silvia, a Jorge y a Azucena, que estaban en su casa en la planta alta, y a mí. Azucena estaba embarazada de cuatro meses en ese momento.
Los cinco fuimos llevados con los ojos vendados y las cabezas cubiertas con bolsas. Pedro y yo fuimos puestos en una rural y mis hijos y mi nuera en un auto negro. Antes de partir, le dijeron al socio de mi marido que tenía 24 horas para desmantelar la imprenta y, si no lo hacía, pondrían una bomba. Los días posteriores al secuestro mi casa continuó siendo saqueada.
Fueron los padres de Azucena los primeros que comenzaron a buscarnos…. en todos los casos la respuesta fue el silencio. Mi hija Marta, que ya por ese entonces vivía en Buenos Aires, se enteró de nuestro secuestro, quince días más tarde.
Fuimos llevados a la Jefatura de Policía, luego a la cárcel de Villa Urquiza y finalmente al Arsenal Miguel de Azcuénaga. Al parecer, Pedro y Jorge fueron fusilados en este último centro clandestino.
Cuarenta años después, en 2016, nuestros restos fueron encontrados por el CAMIT en el Pozo de Vargas e identificados por el Equipo Argentino de Antropología Forense.
El bebé que esperaba mi nuera y que debió nacer entre marzo y abril de 1977, continúa desaparecido.
Memoria, verdad y justicia.
#30MilSomosTodxs
Nota: CAMIT (Colectivo de Arqueología, Memoria e Identidad de Tucumán)
Soy Jorge Osvaldo Rondoletto. Soy un militante del peronismo montonero. Nací en San Miguel de Tucumán, el 11 de junio de 1952. Cursé la escuela primaria en la Escuela Manuel Belgrano y la secundaria en el Instituto Técnico de la UNT. Luego estudié Ingeniería en la Universidad Tecnológica Regional -donde milité en la Juventud Peronista- mientras trabajaba en la Dirección Provincial de la Vivienda. Todo esto en el mismo Tucumán.
Durante mi adolescencia me enamoré de Azucena Bermejo; una chica hermosa, dulce e inteligente. Ella iba al mismo colegio que mi hermana Marta, pero a otra división, y le enseñaba inglés. Fue durante alguna clase particular en mi casa cuando nació el amor. Nos pusimos de novios y nos casamos en enero de 1976. Éramos muy compañeros y formamos una pareja inseparable, nos amábamos profundamente. Antes de casarnos, construimos nuestra casa, arriba de la de mis viejos.
Primero nos llevaron al centro clandestino de detención que funcionaba en la Jefatura de Policía. Posteriormente nos trasladaron a la Compañía de Arsenales Miguel de Azcuénaga, donde fuimos torturados. Entre marzo y mayo de 1977, mi viejo y yo fuimos fusilados y nuestros cuerpos fueron tirados a un pozo e incinerados.
El bebé que esperábamos con mi esposa Azucena y que debió nacer entre marzo y abril de 1977, continúa desaparecido.
Memoria, verdad, justicia.
Nota: CAMIT (Colectivo de Arqueología, Memoria e Identidad de Tucumán)
Mi nombre es Azucena Bermejo. Nací en Salamanca, España, en 1953. Mi familia emigró a Argentina cuando yo era una niña pequeña, en busca de mejores perspectivas de vida. Nos instalamos en San Miguel de Tucumán, en el Norte Argentino. Cuando era una adolescente, conocí a Jorge Rondoletto a través de su hermana Marta, quien me daba clases particulares de inglés. Ambas familias vivíamos en el mismo barrio de Ciudadela. Jorge era un año mayor que yo. Él fue mi gran amor.
Después de recibirme de maestra, comencé a estudiar Geografía en la Facultad de Filosofía y Letras. Para 1973, cuando Argentina volvió a la democracia, el país vivía un período de mucha convulsión política y con una importante participación del estudiantado en la lucha que atravesaban los sindicatos y las aulas universitarias. Yo militaba en la Juventud Universitaria Peronista (JUP), y fue así que pude colaborar en la propuesta de cambios y actualización de contenidos de mi carrera.
Jorge y yo nos casamos en enero de 1976, cuando terminamos de construir nuestro hogar, en la planta alta de la casa de mis suegros. Pero la tranquilidad de nuestra vida conyugal apenas duró unos meses. El 2 de noviembre de 1976, a las 14:00 horas, un grupo de hombres enmascarados y armados irrumpió en nuestro edificio, donde en la planta baja funcionaba una imprenta que pertenecía al padre de Jorge. Los asaltantes, que se identificaron como militares, apartaron a un lado a los empleados y nos llevaron a mí, a mis suegros, Pedro y María, a Jorge y a su hermana Silvia. Yo tenía 23 años y estaba embarazada de cuatro meses.
Nos llevaron a la Jefatura de Policía, y de ahí al Arsenal Miguel de Azcuénaga, un centro de exterminio. En aquel centro clandestino de detención, Pedro, mi suegro, y Jorge, mi marido, fueron fusilados.
En junio de 2016, un equipo de forenses pudo constatar que los restos óseos de María, Jorge y Silvia fueron enterrados en un siniestro paraje conocido como “el Pozo de Vargas”. Dos meses después también identificaron mis restos. Por último, en junio de 2016, hallaron los restos de Pedro. En ese pozo han sido extraídas piezas óseas pertenecientes a más de cien personas desaparecidas.
Yo fui la única española secuestrada durante la última dictadura argentina que se encontraba embarazada en el momento de su detención ilegal.
Memoria, verdad, justicia.
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