Me llamo Ana María Sosa de Reynaga, tengo 37 años y tres niños: Lucía de ocho, Esteban de cinco y Diego de tres.
Soy pedagoga, militante, madre, mujer. Soy desaparecida.
Esa mañana discutimos con Carlos, mi marido. Tenía miedo. Una compañera había desaparecido hacía unos días y por esa época la gente que desaparecía no volvía a aparecer. Era el día del niño, el 8 de agosto del 76 y el partido había organizado una chocolatada en el ingenio Concepción. Me fui igual con Ángel Manfredi, secretario general del PCR.
Alguien nos marcó en la reunión y nos secuestraron de ahí con camiones del mismo ingenio. El recorrido fue el mismo de la mayoría, primero a Jefatura a “interrogarnos”, así le decían a la tortura. Y después al Arsenal. Era un galpón, como una caballeriza. Ahí me encontré con Cristina, Diana, Lucho, Germán, Trini, Nora, y muchos más que no supe los nombres. Muy pocos volvieron.
Nos tenían atados, vendados, nos daban de comer agua sucia, una vez al día. Nos torturaban todo el tiempo. Que dónde están las armas, que diga los nombres de mis compañeros. Un gendarme me tenía pena. Yo tenía cáncer de mama y necesitaba remedios así que él me los conseguía. Le dije que le avise a mi familia pero no sé si lo hizo. Me gustaba tejer y este gendarme me traía ovillos de lana. Les tejí carpetitas a mis compañeras y pulseritas con pajitas de escoba que encontraba en el piso. Quería darles ánimos, quería sentirme un ser humano, sentirme viva, sentirme Ana otra vez. Quería sentir que iba a volver a ver a mi marido, a mis hijos. A estar viva.
Me encontraron cuarenta años después en el Pozo de Vargas. Me tiraron a un pozo, como se tira la basura. Seguro creyeron que nunca me iban a encontrar, que nunca se iba a saber, que nunca iban a pagar por lo que hicieron. Pero en estos 40 años hubo mucha gente que no se rindió. Muchos que dedicaron su vida a la Memoria, la Verdad y la Justicia. Cuando los creían loc@s marcharon por las plazas, juntaron pruebas y gritaron “Nunca Más” en cada rincón de la Argentina y del mundo. Y seguirán luchando hasta encontrar hasta el último desaparecido, hasta recuperar al último nieto apropiado.
Memoria, Verdad, Justicia.