En la madrugada del 24 de julio de 1981, durante la presidencia de Julio César Turbay Ayala (1978.1982), y su Estatuto de Seguridad que buscaba
obsesivamente al “enemigo interno”, ingresaron a la casa-taller de Feliza varios militares con una orden de allanamiento. En la exhaustiva requisa sólo encontraron una pistola vieja y descompuesta regalada por un amigo para defensa personal cuando vivía sola, motivo por el que intentaron llevarla a prisión por cinco años. También encontraron algunas fotos de obras de arte que trajo de La Habana por encargo de los organizadores de su última exposición para devolverlas a sus autores en Colombia y estaban pendientes en algún anaquel.
Horas después de la requisa la llevaron a interrogatorio, en el que trataban de buscar algo que no encontraron para juzgarla penalmente. Pretendían señalarla
como mensajera entre dirigentes cubanos y del M-19.