El silfo o Sueño de Mme. de R*** escrito por ella misma a Mme. de S***
(Le Sylphe, ou songe de Mme. de R*** écrit par elle-même à Mme. de S***, 1730)
Su padre, el dramaturgo Prosper Jolyot de Crébillon (1674-1762), inició a ClaudeProsper Jolyot de Crébillon, conocido como Crébillon hijo (1707-1777), en el gusto
por el teatro, que ya había probado cuando estudiaba con los jesuitas en el colegio
Louis-le-Grand, donde se educaban los hijos de la aristocracia o de cargos
relacionados con la casa real (Molière, Voltaire, el marqués de Sade Parodió entonces éxitos
de Jean-Philippe Rameau y tragedias de Voltaire. En este momento publica, sin nombre de autor, su primera obra, Le Sylphe (El silfo, 1730).
La facilidad de su carácter y su ingenio le abrieron las puertas de los salones más encopetados, sin los que no se puede escribir la historia cultural del siglo XVIII
francés: los del conde de Caylus, de Mlle. Quinault, de Mme. de Boufflers, de M. de Lambert, de Mme. de Tencin, de Mme. Geoffrin –donde tuvo por contertulios a
d’Alembert, Caylus, Fontenelle, Montesquieu, Marmontel, Horace Walpole, Laurence Sterne…–. La publicación de Les Égarements du cœur et de l’esprit (Los
extravíos del corazón y del espíritu, 1736) fue uno de los éxitos más sonoros de la época, con su trama del adolescente tímido seducido por una mujer de más edad que le inicia en el mundo del sexo. La educación sentimental y galante de la novela, cuya
cuarta parte no llegó a escribir, contendría algún elemento autobiográfico, en los que Crébillon es muy parco; tampoco se parecía a su padre, que «adoraba el sexo femenino y no lo estimaba» y en quien «la pasión que sentía por las mujeres sólo era compensada por la que tenía por los animales domésticos». Le Sopha (El sofá, 1742) alcanzó mayor celebridad aún por la crítica despiadada de la hipocresía de las relaciones sociales; en su protagonista, una falsa devota, creyeron reconocerse varias damas, igual que se vieron retratados en los personajes masculinos aristócratas como los duques de Richelieu y Nivernais, que consiguieron una orden de destierro a treinta leguas de París para su autor. A los tres meses estaba de vuelta en París, con
dificultades económicas que su padre, pese al cariño incontestable entre ambos,
apenas sufragó. Un matrimonio singular con Marie Henriette de Stafford, que según
la leyenda se habría enamorado del escritor desde el otro lado del canal de la Mancha,
no le sacó de apuros; la boda con la hija del secretario y gran chambelán de la reina
de Inglaterra, exiliada en Saint-Germain con Jacobo II, el último Estuardo, sorprendió
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a todos: la dote fue escasa, pese a la fortuna familiar de esta mujer descrita por todos
los contemporáneos como devota, bizca y de fealdad extraordinaria.
Sigue una etapa de escritura mediocre para ganarse la vida, en la que sólo destaca
La Nuit et le Moment ou les Matinés de Cythère (leída en 1745 y publicada diez años
más tarde), su mejor obra, una novela dialogada que a finales del siglo XIX yprincipios del XX era recuperada para el teatro por compañías jóvenes. A la muerte de
su padre, Crébillon hereda las magras pensiones que su progenitor recibía como
censor real y censor de la policía de libros; él mismo será nombrado censor de la
policía un año antes de su muerte, olvidado ya del público; el 12 de abril de 1777, a la
puerta de su casa se congregó un numeroso grupo, no de admiradores, sino de
acreedores.
Hombre de existencia discreta, una vez pasada la Regencia y los primeros años
del reinado de Luis XV, comprendió que los tiempos habían cambiado –a peor–; a
mediados de siglo habían desaparecido los salones, donde su ingenio y su conducta
galante habían brillado; socialmente castigado, más por el vacío que la aristocracia
satirizada hace a su alrededor que por el destierro sufrido, Crébillon hijo quizá sea el
espíritu libertino más delicado literariamente de la centuria.