En este cuarto episodio nuestros intrépidos aventureros se adentran aún más en la Casa de la Muerte, alcanzando finalmente la habitación de los rituales. Allí, encuentran un altar con los restos de Balter, el hijo de la criada Ferecha, rodeado de pilares de piedra.
Al tocar los restos, la sala se inunda rápidamente y criaturas no muertas emergen de las sombras, incluyendo el temido zombi de Elizabeth Durst, la antigua señora de la casa. Tras la feroz batalla, tres jaulas caen desde el techo con personas atrapadas dentro, y una voz tenebrosa declara: "Alguien debe morir". Sin dudarlo, Don Gato ataca a quien cree es un extraño en una de las jaulas, solo para descubrir que ha matado a la prima de Hodei.