El sufrimiento es el gran rechazado de la familia, el hijo no querido, el patito feo. Buscamos constantemente no sufrir sin darnos cuenta que justamente es este rechazo lo que genera más sufrimiento. Al querer deshacernos de nuestro sufrimiento estamos deshaciéndonos de la oportunidad de crecimiento, nos quitamos la posibilidad de transformarnos.
Desde una mirada integral, el sufrimiento es el catalizador de nuestra transformación. Eso si, se necesitan técnicas y acompañantes que no alimenten "el pobrecito de mí", sino que nos empoderen para mirarnos a los ojos sin hipocresías y sin maquillaje. Esto es un acto revolucionario de independencia: dejo de contarme cuentos y me miro al espejo honestamente de una buena vez.