Tenemos la ilusión de que al cerrar el corazón estamos protegidos y nadie ni nada podrá hacernos daño. De alguna manera, construir una coraza nos protege pero no solo de lo doloroso sino también de lo bello, de lo amoroso y del contacto interior abundante en sabiduría que todos poseemos.
El primer paso para abrir el corazón es querer hacerlo. Podemos invitarnos a habitar, en un espacio contemplativo y sin juicio, las emociones dolorosas como la pérdida de algo que no fue, que se fue, que no se dió. Podemos dejar expresar dentro de nosotros el dolor porque algo no es como queremos o porque algo es como no queremos.
Dejar ser la emoción. Transitar conscientemente las emociones dolorosas sin escapar, sin distraerse. Afirmarse a contemplar su naturaleza en vuestro cuerpo.
Eventualmente, éstas emociones se irán por si solas porque todo es impermanente. No tendremos ni siquiera que dejarlas ir. Dejar ser para dejar ir.