En general, a Paraguay se define como un país con debilidad institucional, alta corrupción en todos los ámbitos, profundamente autoritario y lacerante desigualdad. Como si faltaran más historias tiránicas, soplan vientos populistas que coquetean con el neofascismo, muy en boga en el mundo y cuyo amplio paraguas acoge a sectores variopintos que van desde antivacunas, antiecológicos, antidiversidad, antiderechos en general que polarizan las sociedades al punto de quiebre sin retorno.