El debate municipal se centra en los baches, la inseguridad, el caos del tránsito o la recolección de la basura. Son problemas reales, tangibles, que exigen soluciones inmediatas, pero como puede verse, la cuestión es mucho más profunda. Porque en cada municipio –según la decisión de sus ciudadanos– la política puede depurarse castigando a los corruptos, eligiendo a los más decentes; o corromperse definitivamente, votando por el narcopolítico, al ladrón de Fonacide, al prebendario irredimible.