La muerte de un papa no es solo el fin de un pontificado, sino el inicio de un ciclo de misterio, poder y expectativa.Con la muerte de Francisco I, el primer papa jesuita, el primer papa venido de America, se apagó una de las voces más influyentes de la Iglesia en el siglo XXI. Y con ello, se abrió el tiempo de sede vacante: el Vaticano detiene su pulso institucional, los altos cargos de la Curia quedan en suspenso, y los cardenales del mundo son convocados a Roma.
En lo más íntimo del Estado más pequeño y más enigmático del planeta, se prepara el cónclave. Un proceso que mezcla espiritualidad y cálculo político, votos secretos y alianzas invisibles. Cada elección papal ha estado marcada por tensiones internas, luchas de poder, y a veces, por sospechas de intervención externa. Esta no será la excepción.
Pero esta vez, algo más pesa sobre los muros de la Capilla Sixtina: viejas profecías resucitan. La de san Malaquías, que habla de un “último papa” antes del juicio final. La de Nostradamus, con sus versos crípticos sobre un pontífice perseguido y una Iglesia en ruinas. Para algunos, Francisco era ese último. Para otros, lo será su sucesor.
Hoy exploramos qué significa la muerte de un papa. Qué hay detrás del ritual. Qué se esconde entre las sombras del cónclave. Y por qué tantos piensan que esta transición podría marcar algo más que un simple cambio de líder.