Share Copla viva. Un podcast cantado con caja.
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By Centro Cultural Kirchner
The podcast currently has 8 episodes available.
“Me despertó la inquietud de empezar a descubrir todas las posibilidades que te va dando el género. Esa posibilidad de sentir que siempre se puede hacer una relectura”, cuenta Mariana Baraj y abre así el octavo episodio de Copla viva, con la incorporación de elementos y posibilidades de encuentros musicales entre la copla y otros géneros y estilos. “Puede suceder que una copla empieza en un lugar muy ligado a lo que sería la versión original (...) y comienzo a sumar elementos que empiezan a llevar a esa forma a otros lugares”, agrega Mariana. La influencia de las recopilaciones de Leda Valladares, la conmoción por el canto de las copleras y la búsqueda de nuevas sonoridades atraviesan el relato también de Lola Bhajan. “Yo creo que cantar es un momento súper vulnerable pero también esa vulnerabilidad es fuerza”, cuenta esta artista multifacética.
Los caminos se entrecruzan y las coplas viajan, vivas, en el tiempo: en este episodio, invitamos a Shitstem, joven artista del hip hop, a explorar en el canto con caja. Y ella, para hacerlo, eligió una copla que conocía por la cantora y compositora Marita Moyano. Las coplas de la viuda, son revisitadas por ellas e intervenidas, casi 100 años después de su primera recopilación.
Qué es “tirar una copla”. Qué es una tonada. Qué sucede en los contrapuntos. Leticia Aranda, cantora de coplas, es de Colpes, un pueblo de 800 habitantes en la provincia de Catamarca, y comparte su mirada sobre el tiempo que le toca como cantora. “Yo siempre he tenido mucho respeto por el modo de vida de las copleras”, comienza Leticia y relata algunas experiencias en situaciones de rondas y contrapuntos donde el intercambio de coplas expresa también un nuevo tiempo. “Somos responsables de cambiar, porque el tiempo de hoy con la lucha de las mujeres, no puede no abordar la copla desde el respeto a las mujeres. ¿Desde dónde se van a comenzar a escribir las nuevas coplas, cuáles son las que vamos a elegir no cantar, y cuando vayamos a educar desde el respeto, cómo lo hacemos? Es un tiempo de hacerlas viajar y tiene que ver con que el canto de las mujeres no se calla más”. “Nunca pensé que iba a armar mis coplas”, continúa Lorena Carpanchay, bagualera trans de los Valles Calchaquíes. Lorena es cantora y vive de su trabajo en el campo, de la cría de animales, los tejidos y las artesanías, saberes que heredó de su familia en Cafayate, provincia de Salta. “A mí, cantar me ayudó mucho, a desenvolverme, a hablar, no es fácil para una trans. Para mi fueron años de lucha. Cantar me ayudó a abrir la mente y a abrir a la gente que viene”. “El canto con caja tiene mucho para dar”, asegura Lorena, y tras ella llegan otras cantoras desde distintos puntos del país, a compartir sus testimonios: Susy Shock, Noelia Gareca, Paola Bernal, Maryta de Humahuaca, Verónica Condomí y Eugenia Mur, responden ¿cómo llegó y cómo vive, en ellas, la copla?
“Por esos días me había animado a preguntarle a mi abuela por qué ella no sabía cantar vidalas. Mi abuela, con toda su ternura, tomó ese desconcierto mío y con un suspiro como preludio comenzó a contar una historia”. Nadia Larcher comparte un testimonio que baja con sus ancestras, desde las montañas de Catamarca. Nadia es cantora y compositora, pero su arte busca emancipar la música de los escenarios. “Ha sido una historia muy dura para mis abuelas, para las mujeres, porque la montaña es muy peligrosa para las pastoras y sé que hubo mucha violencia machista”, relata. “Toda mi infancia fue entre el campo y la ciudad (..) pero nuestra historia fue otra, tuvimos otras herramientas”. Las formas más ancestrales del canto y las preocupaciones más actuales se encuentran en un relato que rápidamente se constituye en atmósfera. Una atmósfera en la que todas las personas están invitadas a cantar, en la que la copla es presente y futuro. Nadia cree -más bien, está segura- que la copla está más viva que nunca. Ella se corre de la preocupación por la “conservación” hacia una interpelación sobre lo que realmente está en peligro. “Respeto y estoy atenta a la fragilidad, pero sin arrinconar a la copla a un destino de desaparición. ¿Qué es lo que está muerto?, ¿qué es lo que se está perdiendo? ¿no seremos nosotres, la humanidad? ¿No será que las aguas y los bosques, las montañas a donde vamos a cantar es lo que tenemos que cuidar?”. Es un grito colectivo lo que la ha encontrado para hacer del canto un estado. “No es sólo una manifestación cultural como si fuese un discurso solamente, es un estado que habla de en qué momento estamos y quiénes estamos siendo: si no estamos cantando, estamos siendo eso”.
“Era una especie de cuadrilla de copleras que bajaban al pueblo”, así recuerda Selva Vilte los detalles de su infancia entre cajas y rondas en Purmamarca, provincia de Jujuy. La copla es para la familia Vilte una forma de resistencia y hace ya 35 años sostienen y organizan junto a la comunidad el Encuentro de Copleros y Copleras de Purmamarca, un espacio en el que “nada se compra, nada se vende y todo se comparte”. Sara Murad trae los sonidos de la memoria de Marina Vilte, hermana de Selva, detenida desaparecida por la última dictadura cívico militar. La historia de Marina y el tejido comunitario de la copla se traman en un relato que llega al presente con la fuerza de las nuevas generaciones: porque hay, también, otra Marina Vilte, una de las sobrinas de la militante desaparecida, que con coplas transfeministas amalgama el encuentro generacional y orgulloso de sus raíces. Nadia Larcher, cantora catamarqueña, es la invitada a este encuentro de voces, generaciones y saberes ancestrales puestos a compartir bajo el sol y el hacer de la chicha.
“Podemos afirmar que la vidala es un instrumento de diálogo: la vida en alas”. Con esta afirmación comienza su relato María Elena Barrionuevo, docente catamarqueña que en su recorrido en busca de los saberes ancestrales, se ha encontrado con un canto tribal. Un sonido milenario y propio de los pueblos de una zona llamada La Herradura. “Era una cosa totalmente distinta a todo lo que yo conocía”. Un canto sin palabras, un canto gutural históricamente reprimido por su origen indígena. A su vez, “la presencia de la mujer era secundaria, puesto que no le estaba permitido cantar”. Pero “ellas ahora han logra do su independencia” y “las mujeres protagonizan junto a los hombres las rondas de vidaleadas”. Mariela Fernanda Mansilla, docente quichuista santiagueña, trae el relato de un pueblo muy pequeño que conserva el monte, el quichua y las vidalas. Ella canta en quichua para enseñarle a sus alumnes a no olvidar la lengua ni el canto de vida. Así creó Vidala Cani (Vidala soy) que comparte en este capítulo, mientras recuerda a su tía que hace un siglo viajaba 40 kilómetros a caballo para cantar.
Felisa Arias de Balderrama y su hija Ernestina se presentan como parte de una comunidad. “En estos tiempos se piensa que los pueblos originarios ya no existen. Pero estamos, florecemos, año tras año en nuestras ceremonias de vida cada vez que nos juntamos en comunidad a cantar, trabajar, tejer, hilar”. “¿Por qué defender lo comunitario?”, se pregunta Josefina Racedo. Y centra a la mujer como protagonista de esa construcción en comunidad. “La vida de nuestro pueblo no es fácil y esa forma de vida es la que nutre esta copla”, agrega. Jorgelina Pastrana comparte que es “la mujer en el Valle la que lleva las riendas de la familia” y nos introduce al poderoso mundo de las comadres: sus rituales, sus sentidos. El día más importante para las mujeres de los Valles Calchaquíes y las culturas andinas. Andrea Mamondes, una de las más jóvenes de este linaje de cantoras de Amaicha del Valle, con su mirada desde la raíz hacia el futuro canta y recupera el valor sanador del canto. “Es como una meditación. Nuestro mantra del lugar”.
Fabiola Orquera, investigadora tucumana especializada en el folklore, el cine y la literatura de su región, recupera los recorridos de Leda Valladares e Isabel Aretz. “Leda es la que pone el acento en la vertiente indígena y le llama canto ancestral”. El poder catártico del canto con caja y la figura de Gerónima Sequeida. “Cantora, que había sido pastorcita y había sufrido mucha discriminación de género, ella y su mamá”. “Leda veía en este canto la posibilidad de salvarse de la alienación que se padece en las ciudades. Encontrar algún tipo de liberación a través del canto con caja”. Jorgelina Pastrana retoma la historia de su abuela, contemporánea de Gerónima, y el canto del Joi Joi, propio de Amaicha del Valle. El aporte de las recopilaciones de Leda Valladares desde la visión de una comunera cantora.
El vínculo de las cantoras y el trabajo con la tierra. Amaicha del Valle (Tucumán) como lugar de encuentro, de canto y de transmisión de las coplas. “En nuestra región campesina, especialmente la de los Valles, la que canta es una mujer (...). Está ligada a esa tierra, cuidando animales, sembrando, cultivando. La vida es igual a trabajo”, explica Josefina Racedo, investigadora, docente y psicóloga social tucumana. Las cantoras Paula Suárez, de 86 años, y Felisa Arias de Balderrama, de 100 años, comparten coplas, historias y sentires. “Yo converso con la Pachamama, porque yo la he visto”, explica Paula. Y Jorgelina Pastrana, cuarta generación de copleras, recuerda a su abuela, campesina y tejedora. “No me sentaba mi abuela con un papel y lápiz para que yo cante. Una repetía lo que ellos cantaban (...) El eco de eso que rebota en la montaña, es lo que todavía tengo presente”.
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