La locura de de noviembre nos arrastró hacia la nostalgia. En un programa demasiado corto para unas infancias tan distantes *cof*cof* nos dedicamos a recordar aquellos dibujos animados que pasaron por las pantallas de la televisión chilena durante los '80s y principios de los '90s. Tortuosos culebrones de monoschinos, grandes aventuras, largos comerciales de juguetes y otros tantos pormenores que cimentaron nuestras identidades adultas.

Continuamos nuestro noviembre misceláneo [de locura *cof*cof*] con un exitoso documental que no estuvo exento de debates desde su lanzamiento. Nosotros no nos quedamos atrás y hablamos hasta por los ocho codos del pulpo (?) debatiendo sobre las bondades y miserias de una producción que demuestra cuan costoso puede ser ahorrarse el terapeuta, pero que, al fin y al cabo, cuenta con imágenes tan sobrecogedoras que le merecieron el Oscar en su categoría. La sumbarina banda sonora de este documental viene de la mano de un ingrávido Kevin Smuts.

Saltamos de un octubre del terror a un noviembre de locura, lo que para nosotros se traduce en abrir espacio a las bandas sonoras marginales; esas que no tienen cabida tan habitualmente en nuestro programa, pero que pueden ser tan geniales como el trabajo que realizaron para el videojuego Just Shapes & Beats diferentes DJs liderados por Danimal Cannon, con una actualización de la estética de 8 bits que nos lleva de un salto a la infancia tomando lo mejor de los '80s y los '20s (de este siglo, por supuesto).

Cerramos nuestro ciclo maldito con un clásico del terror (o algo así), dirigido por un consagrado del género: Tobe Hooper (o algo así). ¿Nos explicamos? Una producción a medio camino entre el terror fantástico y la aventura, que deja entrever la mano de Spielberg en cada fotograma. Como sea, nos encanta. Y antes de hacer este programa nos fuimos en patota a verla en pantalla grande. Acá comentamos como resiste el paso del tiempo (o algo así) y elogiamos la magistral partitura de Jerry Goldsmith, que nos pasea entre los tópicos del terror y una inocencia que perturba tanto como Carol Anne.

La cuarta entrega del mes del terror nos trae a un escenario más actual y cercano... demasiado cercano. Un relato moderno de fantasmas, a medio camino entre el thriller y el terror, donde lo sobrenatural ayuda a especiar un escenario que bien podría estar a la vuelta de la esquina, donde las mentes creadoras de Joe Hill y Scott Derrickson representan aquellos temores que los titulares de prensa y los noticieros hicieron germinar durante sus infancias. Mark Korven se repite el plato y nos demuestra que, incluso si te mantienes dentro de un mismo género, se puede hacer gala de versatilidad a la hora de componer una banda sonora.

A que la reconocen. En nuestra tercera entrega del mes del amor (según Nicolás, que se nos desquició), revisamos el magistral debut cinematográfico de Robert Eggers (The Lighthouse, The Northman), quien inauguró su particular seguimiento de las tradiciones con The Witch (2015), una propuesta inspirada en el folclor colonial de Nueva Inglaterra que resultó ser una cátedra sobre cómo conseguir un buen cine con recursos reducidos y, de paso, lanzar al estrellato a Annya Taylor-Joy. La religión, lo sobrenatural, las tensiones familiares y los pactos satánicos se congregan para producir una atmósfera avasalladora, magistralmente intensificada por la música de Mark Korven.

(Post Scriptum: Y con el poder de este programa, hemos revertido la maldición que veníamos arrastrando desde 2019, cuando las fuerzas sobrenaturales hicieron desaparecer algunos de nuestros programas...)

Segunda entrega de nuestro especial de octubre, con un homenaje de Luca Guadagnino al más reconocido legado del giallo: Suspiria (Darío Argento, 1977). Todavía no entendemos qué lo empujó a saltar desde Llámame por tu nombre hacia un aquelarre de brujas danzantes, pero no nos dejó indiferente con su trabajo visual, consiguiendo una película que Sara y Felipe disfrutaron con todo el cuerpo.

Discutimos sobre sus altibajos, pero en lo musical no hubo debate. Acá Thom Yorke hace gala de todo su itinerario como músico solista para ofrecernos una banda sonora que dialoga a la perfección con la soberbia propuesta visual y coreográfica que nos trae esta controvertida apuesta del terror moderno.

Aunque nos digan que revisar terror en octubre es un lugar común, tuvimos que ceder cuando Nicolás nos cobró sentimientos por no incluirlo en las reuniones de pauta. Al menos, logramos recuperar algunas piezas magistrales como la que da inicio al ciclo: "El silencio de los inocentes", un hito histórico que se llevó todos los premios grandes y cambió la percepción hacia el género, con soberbias actuaciones de Jodie Foster y Anthony Hopkins, que construyeron algunos de los personajes más memorables del thriller-terror policial. En la música, Howard Shore nos deja pegado al asiento con un asertivo uso de los recursos sinfónicos para manejar la tensión narrativa.

Nadie lo esperaba, tampoco nosotros, pero el veredicto de la crítica y las audiencias fue unánime al reconocer la secuela del clásico ochentero como algo más que pura testosterona y motores. Nos encontramos con un blockbuster bien concebido, donde la nostalgia sirvió para construir una buena historia además de vender entradas y palomitas. Como ya sugerimos en otra red, "la secuela que no sabíamos que necesitábamos". La banda sonora en esta ocasión viene de la mano de Hans Zimmer, con una relectura del trabajo de Faltenmeyer.

Los monarcas van y vienen; solo algunos están destinados a la inmortalidad. Para la cultura popular, Elvis es y será el único e irrepetible rey del rock & roll, que hoy retorna con bondades y miserias en la visión del australiano Baz Luhrmann, llena de color, luces, teatralidad y movimientos pélvicos. Un intenso biopic relatado por el infame Coronel Parker y magistralmente musicalizado con versiones clásicas de sus canciones, adaptaciones actualizadas y arreglos instrumentales de Elliott Wheeler.