Existe un juego en el que somos solo el juguete. Pese a saberlo hay quienes se atreven a querer jugar pasando por alto las terribles consecuencias. Podrá ser que por diversión la muerte deje creer que la han toreado. Es parte de sus cálculos. Ella se sabe todos los trucos. Nadie jamás en la tierra ha existido que pueda ganarle con sus reglas.

Está corteza la piel, estos cinco pétalos de caricias en cada una de mis manos y la mirada un telescopio y un microscopio según la distancia a la que observa...

Quererte con una sola piel, piel de mar, dónde cada caricia es una ola y tú la playa. Quererte con doscientos seis huesos que nos sostienen cuando te cargo entre mis brazos. Quererte con un solo corazón que dice tu nombre, y que está tatuado en mi sangre. Quererte con un solo aliento dónde mi alma sale a veces en la intimidad y te dice al oído: cariño mía, te quiero. Quererte con mis cinco sentidos hasta quedar embriagado, borracho de ti olvidando el tiempo y hasta volverme loco. Quererte, quererte así con lo que soy contigo: sueño hecho realidad por el amor.

Cúspide del amor en el laberinto de la carne. ¿De qué otra manera podría yo intentar decirle? La palabra al servicio de lo que no puede traducirse. Solo un decir de menos por lo tanto que se puede llegar a decir sin terminar jamás.

La selva con sus misterios y donde esos mismos misterios se resuelven si uno se adentra en la espesura de su profundidad.

—Escribir un poema es intentar desatarse,/ adivinar en qué mano está la moneda/ - dije yo -. Vamos así en la poesía. Vemos el espacio que dejó el nudo, un espacio vacío que ya nada lo sostiene, que ya nada lo abraza. Caemos al vacío, a veces, volamos, otras caemos sin saber la medida del abismo. Es la altura y el vértigo los que nos arrojan a un sueño. Al despertar podemos ver que seguimos cayendo sin saber la hora ni el tiempo. Se nos va la vida. Cuando despertamos es porque ya hemos muerto.

Voy a enviar una caja y quizá así comprendas que los besos que no te doy cunado no estás conmigo tienen medida y peso. Esta carta se me hace un elogio muy creativo.

¿Ustedes podrían creer que existe la ausencia de Dios? ¿Es posible que pueda haber tal cosa? ¿Cuántas veces te has sentido así? La poesía como una estrella viajera nos lleva a dar un paseo por el campo abierto del corazón y ahí descubrimos una voz que siempre estuvo llamándonos por nuestro nombre y solo necesitábamos estar en silencio para poder escucharla ya que nunca nos ha dejado en el olvido.

Una de las cartas hermosas que un escritor famoso, como Honoré de Balzac, le escribió a su amada.

Poema 12 de Oliverio Girondo