¡Qué maravilloso es saber que no estamos solos! A través de la obra del Espíritu Santo podemos contar con la sabiduría y el amor de Dios para guiarnos cada día.

No estábamos varados. Estábamos en el lugar y el momento precisos para reflejar el amor de Dios.

No hubiese podido seguir adelante con este trauma sin mi familia, amigos y la fe en nuestro Dios de amor. Desde aquel día horrible, aprendí que Dios nos creó resistentes. También aprendí a no tomar la vida por sentada.

Verdaderamente, día a día, Dios nos ofrece oportunidades de ayudar a nuestros prójimos.

Las disciplinas espirituales de orar, meditar en la Escritura y participar de la hermandad cristiana nos ayudan a enfocarnos más en Jesús y nos conducirán a vidas más plenas.

A pesar de esto, comprendemos que somos mortales y confiamos en que seguiremos vivos en los corazones de quienes nos aman.

Este año, estemos listos para abrir nuestros corazones, recibir las buenas nuevas y hacer espacio para Jesús.

El saber que puedo confiar y descansar en el Señor durante toda la vida me da seguridad. Ahora busco a Dios en las buenas y en las malas.

El sendero angosto no es una restricción. Por el contrario, nos abre a la posibilidad de vivir plenamente en Cristo.

Confiemos en que el Señor cuidara de nosotros.