Todos somos y hemos sido ciegos en muchos momentos de la vida y la peor ceguera es la generada por el pecado; pues así como aquel hombre que se encontraba al borde del camino, debemos sin pena, con humildad, con fe, gritar: Jesús, quiero volver a ver, quiero volver al amor primero, quiero redescubrir tu presencia y tu amor en mi vida, me quiero dejar amar por ti otra vez. Señor, que vea otra vez.