En "La tumba viva", el cuerpo como tumba es ambivalente porque a la vez que degenera, fecunda vida. La tierra y lo carnal resisten, así, al dominio de la muerte. De allí que aunque el hijo de Fedina muere, ella lo acoge como si el cordón umbilical nunca se hubiera cortado: ((Era suya la alegría de las mujeres que se enterraban con sus amantes en el Oriente sagrado. Y en medida mayor, porque ella no se enterraba con su hijo; ella era la tumba viva, la cuna de tierra última"18 La muerte del hijo de Fedina la degrada, pero también la regenera. Por un lado, allí encuentra un nexo con la tierra -tierra madre, de acuerdo con el principio indígena-; por otro, le es posible vislumbrar una salida a su estado mental y emocional, al volver al polo positivo que emana de lo materno