Un mazo de hierro te rompe el cráneo
Rodillas hincadas y palmas juntas
En estos ojos no verás piedad
Ni en las letras que configuran las palabras de un conjuro más amargo que la hiel.
Acercaos, voy a leeros una carta que sació mi curiosidad y asesinó la mínima ilusión que albergaba un verdugo convertido en dolor viviente.
Aparte de los habituales, suenan Tokio Rankers, y mi gata Antonia, porque ella quería y yo también.
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