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por Yaiza Santos
El presidente va a llegar más abajo, no le cabe duda, pero muy pocas veces como lo que mostró este miércoles en el Congreso. Quedó exhibido, más que nunca, su dispositivo lamentable: usar la ideología como coartada, encaminada a huir de cualquier cosa que roce la realidad.
Pero ante ese corcho que es Sánchez –intelectual y físico–, el jefe de la oposición necesita algo más que ser un brillante parlamentario. «España funciona muy bien en todo lo que no tiene que ver con el Gobierno», dijo Feijóo. El problema es que hay muchas cosas que funcionan mal y no tienen que ver con el Gobierno. ¿Cómo describir un país en decadencia sin ofender a los clientes? Hay que galvanizar, decretó: se necesitan políticos que digan a los ciudadanos la verdad.
Aunque mostró su fatiga por el cónclave, encomió toda la atención suscitada por un espectáculo que da la nada –fumata– y aprovechó para contar uno de los errores más graves de su azarosa carrera periodística.
A propósito de la presentación de Diario de una traidora, contó la anécdota de ese Barbeta diciéndole a Laura Fàbregas que el niño Arcadio se entretenía en la portería con los juguetes rotos que los vecinos desechaban, y especuló si no habría sido una baladronada propia de cuando era rojo, para presumir pedigrí de pobre.
Clamó contra la decisión de la Ciudad de México de prohibir los toros «con violencia» –¡eso solo lo puede hacer Noruega!–, recitó unas declaraciones de Byung-Chul Han –qué habilidad la de algunos hombres inanes por parecer pensantes– y comentó un nuevo burning paper, que lo llevó a reflexionar sobre la característica principal de nuestros tiempos: lo fluido.
Y fue así que Espada yiró.
Bibliografía
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By El Mundo5
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por Yaiza Santos
El presidente va a llegar más abajo, no le cabe duda, pero muy pocas veces como lo que mostró este miércoles en el Congreso. Quedó exhibido, más que nunca, su dispositivo lamentable: usar la ideología como coartada, encaminada a huir de cualquier cosa que roce la realidad.
Pero ante ese corcho que es Sánchez –intelectual y físico–, el jefe de la oposición necesita algo más que ser un brillante parlamentario. «España funciona muy bien en todo lo que no tiene que ver con el Gobierno», dijo Feijóo. El problema es que hay muchas cosas que funcionan mal y no tienen que ver con el Gobierno. ¿Cómo describir un país en decadencia sin ofender a los clientes? Hay que galvanizar, decretó: se necesitan políticos que digan a los ciudadanos la verdad.
Aunque mostró su fatiga por el cónclave, encomió toda la atención suscitada por un espectáculo que da la nada –fumata– y aprovechó para contar uno de los errores más graves de su azarosa carrera periodística.
A propósito de la presentación de Diario de una traidora, contó la anécdota de ese Barbeta diciéndole a Laura Fàbregas que el niño Arcadio se entretenía en la portería con los juguetes rotos que los vecinos desechaban, y especuló si no habría sido una baladronada propia de cuando era rojo, para presumir pedigrí de pobre.
Clamó contra la decisión de la Ciudad de México de prohibir los toros «con violencia» –¡eso solo lo puede hacer Noruega!–, recitó unas declaraciones de Byung-Chul Han –qué habilidad la de algunos hombres inanes por parecer pensantes– y comentó un nuevo burning paper, que lo llevó a reflexionar sobre la característica principal de nuestros tiempos: lo fluido.
Y fue así que Espada yiró.
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