La hemos visto en sellos, camisetas, carteles… pero hubo una época en la que la obra maestra de Leonardo da Vincci, La Gioconda, no era tan conocida. No se convirtió en un icono del arte hasta que un hombre vulgar y algo estrafalario, la robó, sin demasiado esfuerzo, del Museo del Louvre: Vincenzo Peruggia.