Correspondiente al segundo Domingo de Cuaresma.

La Transfiguración

En nuestra vida, como en la de Jesús, tenemos nuestros propios desiertos en los que luchamos con Satanás y tememos a las bestias salvajes. Jesús nos enseña a salir adelante y a continuar con nuestra vida y vocación. No tenemos que estar para siempre en el desierto. Además, siempre hay ángeles que nos echan la mano

La decisión que toma Jesús de curar al leproso, brota de su corazón compasivo. Tanto el leproso como Jesús mismo "transgreden" la ley, son audaces y arrojados: el leproso se acerca, Jesús lo toca. Lo más importante, lo que está en el centro del corazón de Jesús es el que sufre.

Aunque los escribas estaban autorizados a enseñar, no lo hacían con la autoridad, con el poder de Jesús: lo que enseñaba, Jesús lo vivía, lo que enseñaba Jesús tenía la eficacia de reestablecer el bien y la libertad.

La doble llamada que hizo Jesús al inicio de su ministerio sigue siendo actual: Conviértanse, crean en el Evangelio. También nosotros, como los apóstoles, somos llamados por Jesús a compartir su vida y su misión.

"¿Qué buscan?" Buscar es a fin de cuentas lo que da sentido a la vida del ser humano; la vida, o es permanente búsqueda o no es vida

El bien existe, el mal existe; las personas buenas, como los Magos, existe, las personas malas como Herodes, existen. Dejemos que el bien arraigue en nuestros corazones, desterremos de nuestros corazones toda semilla de maldad.

Aquel que es la Palabra se hizo hombre y habitó entre nosotros

Jesús, llegando a la historia, haciéndose uno de nosotros, ya no se fue nunca.

"Gaudete"... "Alégrense". La alegría tendría que ser una característica de la vida cristiana, que nada ni nadie nos pueda arrebatar.