Uno de los debates más grandes que ha mantenido la humanidad durante siglos es el de la ciencia contra la religión, un conflicto que fue dejando un rastro sangriento con la persecución de sabios durante el oscurantismo, hasta el actual negacionismo de todo lo sagrado. Existe heterogeneidad entre ambas posturas, la ciencia se mueve en el ámbito de lo dado, lo que existe y es tangible, en todo aquello que puede ser demostrado y comprobado a través de un método sistemático, dejando la especulación de lado; la dogmática religiosa tiene su fuente en lo esperado, en la fe, en aquello que está más allá del entendimiento humano, no olvidando que mucho de lo que está escrito en los textos sagrados no debe ser interpretado literalmente, dada su naturaleza alegórica, sino a través de un análisis más profundo.