Pensar la muerte es un esfuerzo por vivir plenamente. Hemos de morir un día y tendremos que experimentar el perder a quienes amamos, pero en la muerte no están los límites. Quienes descansan de sus trabajos están vivos para Dios y quienes vivimos, vivimos para Dios. Pues somos suyos y somos radicalmente amados por el Dios de la Vida, quien resucitó, quien ha vencido a la muerte, quien ha caminado en la historia nuestra y quien ha de reinar por siempre.