No entiendo si el tiempo pasa muy rápido o muy lento, es muy complejo identificar lo que siento. Claramente es un momento de crisis, quiebre, inflexión, cambios. Estoy inquieta, alerta, como si pudiera anticiparme a las malas noticias, en una constante preparación. Por momentos entro en una espiral, mi mente va más rápido que el tiempo, me pierdo del presente pensando en el futuro, me adelanto, por las dudas. Es la ansiedad.
Extraño a mi mamá. extraño a Dani, me extraño en mi inocencia. No sé quién voy a ser, tengo miedo de convertirme en una mala persona, en alguien egoísta. Siento que estoy haciendo todo mal, pero no hay una manera de hacer las cosas. No quiero lastimar a nadie, pero lo estoy haciendo.
Tengo buenos amigos, buena gente. Eso es una bendición. Debo ser buena persona, qué alivio.
A veces tengo miedo de arruinar todo, pero todo se arruina todo el tiempo, y no se trata de que las cosas salgan según el plan, sino de tener un plan, flexible, adaptable, a lo que la vida depare.
Es momento de cambio de planes, dar una volanteada, cambiar el rumbo, o mejor dicho, agarrar fuerte el timón y tratar de seguir, atravesar la tormenta, seguir, como sea y como se pueda, pero seguir.
El mundo me asusta, me cuesta ver sus bellezas, aunque estoy rodeada de ellas: la mañana, los gatitos, el mate con café del chuns, los abrazos, la ranchada, la ducha caliente, los proyectos, la familia, cantar, el amor. Lo nombro para mirarlo, porque en este momento me cuesta enfocarme en ellos. Todo me da miedo. Pero el miedo no pasa sin transitarlo.
Sí, es uno de los momentos más difíciles de mi vida, y del mundo. Y así es como se siente. El presente es todo lo que tenemos. Tengo que habitarlo más.