Hoy Fran Mezcua, David Bueno, Fernando Valladares, Ana Olivares, Esteban Massana, Alfonso Manjavacas y Candela Rojas.
Hoy hemos hablado de ciencia y adolescencia desde dos miradas distintas. Con Fernando Valladares hemos conocido cómo el lenguaje de signos abre nuevas vías para la educación ambiental. Y después, hemos entendido por qué los adolescentes necesitan romper límites para crecer y madurar.
El valor del lenguaje de signos en la educación ambiental
Hemos puesto el foco en una iniciativa pionera que ha unido ciencia y educación para ampliar el lenguaje de signos en el ámbito ambiental. Fernando Valladares nos ha explicado que "un grupo de científicos y educadores sordos ha creado unos 400 nuevos signos en lengua británica para explicar conceptos medioambientales".
Lo interesante es que este avance ha permitido acercar temas complejos como el calentamiento global o la deforestación a estudiantes de todas las edades. En palabras de Valladares, "los signos transmiten conceptos, inspiran acciones y conectan personas". Mientras que carnívoros o herbívoros resultan fáciles de representar, términos más abstractos como rewilding aún generan debate.
Otro aspecto clave ha sido el impacto educativo. Gracias a esta propuesta, niños de apenas cinco años han entendido nociones difíciles como la densidad a través de la visualización de signos. "Estas técnicas están resultando útiles no solo para niños sordos, también para oyentes", ha señalado Valladares, comprobando cómo abren nuevas vías de aprendizaje.
El recorrido del proyecto ya ha traspasado fronteras. Desde 2023 se encuentra online, ha superado las 400.000 visitas y se ha introducido en aulas, televisión y hasta en el Parlamento Escocés. Sin embargo, su futuro dependerá de sumar apoyos y recursos económicos para seguir creciendo.
La adolescencia y la necesidad de romper límites
En el programa de hoy hemos puesto sobre la mesa una idea clave: los adolescentes necesitan romper límites. No lo hacen solo para provocar a los adultos, aunque a veces pueda parecerlo. Como ha explicado nuestro invitado, "es su cerebro el que se lo pide para dejar atrás la infancia y caminar hacia la edad adulta".
Durante la infancia aceptamos los límites impuestos porque dependemos de los adultos. La adolescencia, en cambio, llega con grandes preguntas existenciales: "¿Quién soy? ¿Qué hago aquí? ¿Por qué tengo que obedecer lo que me dicen?". Cuestionar esos límites es el primer paso para construir la propia identidad.
El proceso tiene una base neurológica. Nos ha contado que en esta etapa "se desconectan las conexiones típicas de la infancia y se crean otras nuevas que sostendrán el comportamiento adulto". Esto ocurre a través del ensayo y error, equivocándose muchas veces y aprendiendo de cada experiencia. Por eso resulta esencial ofrecer un entorno seguro donde experimentar sin riesgos graves.
La gran cuestión es dónde colocar esos límites. No hay recetas universales, pero sí una orientación clara: deben servir para proteger al adolescente y a quienes le rodean. Lo importante, nos ha dicho, es acompañar y reflexionar con ellos tras cada ruptura.