Necesitamos orar con frecuencia, que nuestra vida sea una permanente oración porque ofrecemos y agradecemos a Dios por todo y estamos atentos a sus inspiraciones. Para una relación profunda con sus papás uno necesita comunicarse. Igual con nuestro Padre eterno. Dios mismo, nos enseña a orar, a verlo como un papá misericordioso que quiere el mayor bien y felicidad para todos, hacernos partícipes de su Reino, que vivamos con lo necesario, el pan material y espiritual, que recibamos su perdón y sepamos perdonar, nos apartemos de las tentaciones para que el mal no nos domine y que intercedamos y nos apoyemos los unos a otros con amor y solidaridad.