Somos luz y sal
Mateo 5:
8 “Bienaventurados los de limpio corazón, porque ellos verán a Dios.
9 “Bienaventurados los que hacen la paz, porque ellos serán llamados hijos de Dios.
10 “Bienaventurados los que son perseguidos por causa de la justicia, porque de ellos es el reino de los cielos.
11 “Bienaventurados son cuando los vituperen y los persigan, y digan toda clase de mal contra ustedes por mi causa, mintiendo. 12 Gócense y alégrense, porque su recompensa es grande en los cielos; pues así persiguieron a los profetas que fueron antes de ustedes.
La sal de la tierra y la luz del mundo
13 “Ustedes son la sal de la tierra. Pero si la sal pierde su sabor, ¿con qué será salada? No vale más para nada, sino para ser echada fuera y pisoteada por los hombres.
14 “Ustedes son la luz del mundo. Una ciudad asentada sobre un monte no puede ser escondida. 15 Tampoco se enciende una lámpara para ponerla debajo de un cajón, sino sobre el candelero; y así alumbra a todos los que están en la casa. 16 Así alumbre la luz de ustedes delante de los hombres, de modo que vean sus buenas obras y glorifiquen a su Padre que está en los cielos.
El verdadero cumplimiento de la Ley
17 “No piensen que he venido para abrogar la Ley o los Profetas. No he venido para abrogar, sino para cumplir. 18 De cierto les digo que hasta que pasen el cielo y la tierra ni siquiera una jota ni una tilde pasará de la ley hasta que todo haya sido cumplido.
Los capítulos 5, 6 y 7 se componen de unos de los mejores sermones que el Señor Jesús dio y es conocido popularmente como el sermón del monte.
La parte que corresponde al capítulo 5 se compone primero de 8 bienaventuranzas, que son las actitudes que debemos de tener, como por ejemplo: tener un limpio corazón porque ellos verán a Dios, o el ser pacificadores porque ellos serán llamados hijos de Dios.
Bienaventuranzas significa: bendecido, prosperado, feliz, dichoso.
El Señor nos quiere enseñar que es un honor sufrir persecución o desprecio por ser cristianos, o dar misericordia o llorar, pues todo esto tendrá una recompensa divina: ellos serán parte del reino de los cielos, recibirán misericordia, serán saciados, serán consolados, etc.
Después nos recuerda la importancia del gran impacto que podemos hacer en este mundo; nos compara como la luz y la sal de este mundo.
La luz ilumina el camino del perdido y disipa las tinieblas para que el ciego pueda ver.
La sal es un sazonador que da sabor a las vidas insípidas y también la sal es un conservante natural para que los alimentos no se echen a perder. Por eso, hasta el día de hoy procesamos la carne salándola, porque le da sabor y también la protege para que dure mucho tiempo y no se descomponga. ¡Así es el cristiano que trae preservación a la vida de muchos! Les damos, por medio del Evangelio, una razón de vivir, un propósito de su existencia.
Además nos recuerda que debemos cuidar esta luz y no esconderla, y de la sal que no pierda su efecto sazonador y protector.
Y por último nos enseña que Él no vino a abrogar la ley. Abrogar significa anular. Más bien Él vino a cumplirla. Vino a enseñar que los mandamientos son más que un papel escrito, más bien que lo que Dios mira es la intención del corazón.
Hagámonos estas preguntas: ¿Estamos siendo luz o estamos escondiendo lo que Dios nos ha dado?
¿Estamos influenciando positivamente y estamos siendo agradables a aquellos que nos rodean?
Estudie todo el capítulo completo y oremos los unos por los otros.
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