La verdadera identidad del creyente en un mundo confuso. Vivimos en tiempos de profunda confusión sobre quiénes somos. Nuestra sociedad nos dice que la identidad depende de emociones, éxitos o lo que otros piensan de nosotros, pero la Biblia nos enseña que nuestra verdadera identidad proviene únicamente de Dios.

Cristo transforma a pecadores ordinarios en siervos del Reino a través de cuatro acciones: enseña con autoridad, actúa con poder, quebranta con santidad y comisiona con gracia.

Lucas 4:31-44. Veremos cuatro manifestaciones claras de la autoridad de Cristo que nos llaman a salir de la indiferencia espiritual para unirnos activamente a Su misión.

Este sermón expositivo presenta Levítico 4:1 – 6:7 como una poderosa enseñanza sobre cómo el pecado interrumpe nuestra comunión con Dios y cómo la gracia de Dios restaura esa relación a través del sacrificio sustitutorio, anticipando la obra perfecta de Cristo.

A través del análisis histórico, teológico y redentivo de los sacrificios por el pecado (jattat) y por la culpa (asham), el sermón muestra que la verdadera adoración no comienza con la música ni las ofrendas, sino con corazones reconciliados con Dios, purificados y restaurados por medio del sacrificio aceptable.

Lucas 4:14-30.

Jesús es el único que puede traernos el Reino de Dios, pero si lo rechazamos, perdemos nuestra única oportunidad de libertad y salvación.

Lucas 4:1-13

Veremos cuatro formas en las que Jesús vence la tentación para salvarnos del infierno:

1. Con su obediencia perfecta como el Mesías (1-2),

2. Con su fidelidad a la Palabra de Dios ante la tentación (3-4),

3. Con su rechazo al atajo de la gloria sin la cruz (5-8),

4. Con su victoria definitiva sobre Satanás como el Rey del Reino de Dios (9-13).

Levítico 3

Cómo renovar nuestro pensamiento según la Palabra.

Romanos 12:2.

Todos tenemos una cosmovisión, una forma de interpretar la realidad.

La cosmovisión cristiana debe estar basada en la verdad de Dios, no en las ideas del mundo.

Lucas 3:21-38.

Desde la caída de Adán, el cielo estaba cerrado para la humanidad. Ningún esfuerzo humano podía restaurar la comunión con Dios. Pero en el bautismo de Jesús, algo asombroso sucedió: los cielos se abrieron.

Debemos confiar solo en Cristo porque su autoridad es suprema, su bautismo es transformador y su juicio es definitivo.