Novalis fue un escritor romántico nacido el 1772 en el Castillo de Oberwiederstedt, en Sajonia, en la actual Alemania. Su periplo vital fue breve: tan solo vivió 28 años, muriendo el 1801 en Weißenfels, también en Sajonia. Tuvo una vida truncada por la muerte de su prometida, Sophie von Kühn, que murió con 15 años, y a ella le dedicaría parte de su obra convirtiéndola en su musa. Novalis vivió en un tiempo entre dos eras, en el que el paisaje del campo, la tierra fértil y el trabajo duro pero honesto de las gentes sencillas daba paso al paisaje urbano, de ladrillo, fábricas, humo y acero, donde las gentes sencillas que acudían a las ciudades se apiñaban en cuartos oscuros en busca de un mísero salario. Descargar el podcast (MP3 14.3 Mb) Entre el día y la nocheTampoco podemos idealizar el medio rural, hacerlo nos inducirá al error de pensar que las gentes que preferían la promesa urbana estaban terriblemente equivocadas, cuando probablemente percibían que había más oportunidades de subsistencia y progreso en una ciudad repleta de fábricas, en lugar de en una remota aldea de la Selva Negra. Novalis se movía en esos dos mundos, al evocar la naturaleza y la noche en sus escritos, pero a la vez siendo el encargado de una mina de sal, de herencia familiar, o bien trabajando como científico y funcionario en la ciudad. Tenía un pie puesto en la modernidad, y el otro pisando todavía el antiguo régimen. Un fragmento del poema Astralis, dentro de la novela Enrique de Ofterdingen: “Irrumpe el mundo nuevo, y cubre de tinieblas la clara luz del Sol. Y en las musgosas ruinas se ve brillar ahora un porvenir extraño y prodigioso; y lo que antes era cotidiano aparece ahora maravilloso y raro. Un solo ser en todo; todo en un solo ser: la imagen de Dios en las plantas y las piedras, el espíritu de Dios en los hombres y los animales: he aquí la verdad en la que hay que creer. El orden de las cosas ya no es tiempo y espacio, porque aquí el Porvenir y el Pasado se juntan. Empieza ya el imperio del Amor; Fábula empieza a devanar sus hilos; el juego original de cada cosa empieza; todo ser, meditando, busca la Gran Palabra, y el alma universal, grande e inmensa, se agita en todas partes y florece sin fin.” Imbuído de una fuerte espiritualidad, cimentada en una particular visión del cristianismo, Novalis desarrolló una especie de nueva religión, la Liebesreligion: la religión del amor. El avance de la modernidad hacía perder trascendencia a la vida, y es por eso que los románticos como Novalis se refugiaron en la espiritualidad o la religión, que todavía no había perdido su sentido trascendente; la noción religiosa, el rito y sus liturgias se les antojaban a los románticos como una suerte de últimos refugios de solemnidad y valores humanísticos, donde parapetarse del mundanal ruido del humo de las chimeneas, las máquinas y los engranajes. La era industrial. Un poema que Novalis dejó escrito para su novela Enrique de Ofterdingen: “Cuando la clave de todas las cosas no sean ya ni figuras ni cifras, cuando aquellos que cantan y se besan posean mayor ciencia que los sabios; cuando a la vida libre el mundo vuelva, cuando regrese a su interior la Tierra; cuando de nuevo la luz y las sombras se unan y engendren claridad verdadera; cuando en poemas y mitos veamos las historias eternas del mundo, una sola, secreta palabra, ahuyentará todo ser disonante.” En esta episteme o cosmovisión, transitando por el cambio de paradigma que supusieron las revoluciones liberales e industriales de su tiempo, la sensación que se vivía era de que se llegaba a un cierto final, no solo el del Antiguo Régimen, con sus imperios y aristocracias en declive, sino también del tiempo de los grandes relatos, y dicho fin solo tenía una salida, que implicaba hacer borrón y cuenta nueva. La salida era el anonimato gris de la masa en la urbe, símbolo de la modernidad, abandonar la vida campestre. Es en este trance que surge la nostalgia por un mundo perdido, a la vez que se siente una espera