Han pasado 10 años desde la primera vez que vendí un postre en la banqueta de casa de mi mamá.
Emprender muchas veces me pareció un camino en el que ser fuerte, y buscar saberlo todo parecía un requisito importante para poder hacer suceder a mi repostería "La Dulzura de mi corazón” la cual se convirtió en un sueño para mí a través de la necesidad de salir de la resignación a los 16 años.
Con el paso de los años he podido aprender que no tengo que saberlo todo, que no tengo que ser fuerte para hacer suceder lo que sueño, que todo se trata de aprender a escuchar mis tiempos y honrarlos. Y que mi valor no está en lo fuerte que sea o lo mucho que esté dispuesta a aguantar.
Los sueños solo existen para vernos poner el corazón en lo que soñamos, al final solo nos llevamos lo que el corazón fue capaz de percibir. Y en estos años aprendí de todas las versiones mías que he sido. Y al final llevamos eso, el corazón que ponemos en lo que amamos y las miles de versiones en las que nos transformamos cuando soñamos. También aprendí a escucharme y escuchar a quienes me aman desde el amor (con mi mejor esfuerzo siempre jeje). Y qué importante es escuchar para poder crecer con el corazón.
Gracias por estar aquí.