El versículo 35 dice, “¿Quién nos separará del amor de Cristo? ¿Tribulación, o angustia, o persecución, o hambre, o desnudez, o peligro, o espada?” ¿Quién podrá separarnos del amor de Cristo, dado a aquellos que creen en el evangelio del agua y el Espíritu que tiene la justicia de Dios en el? ¿Podrían las persecuciones y los problemas arrancar ese amor? ¿Podría separarnos del amor de Dios la gran tribulación de los 7 años? ¡Claro que no!
Ni tribulaciones, ni angustias en este mundo podrán separarnos del amor de nuestro Señor, que nos ha salvado de nuestros pecados. Aún cuando deseamos, en nuestro cansancio, que nos dejen en paz y alguien nos pregunta si Jesús nos ha salvado o no, todos responderíamos que Jesús de hecho nos ha salvado y que estamos sin pecado. Sin importar cuan cansados y atribulados puedan estar nuestros corazones, aún así él nos ha salvado y aún es nuestro eterno Salvador. Aún si estuviéramos muy cansados o enfermos que apenas pudiéramos sostener nuestros cuerpos, aún así confesaríamos nuestra gratitud por la justicia de Dios. Ningún cansancio puede separarnos de la justicia de Dios que nos ha liberado de nuestros pecados.