Muerte de Onías y saqueo del Templo. Pasados tres años, Melenao, que ni siquiera pertenecía a la tribu sacerdotal, usurpa el sumo sacerdocio a Jasón. Menelao ejerce el poder despóticamente y, para pagar el dinero que había prometido al rey por su nombramiento como sumo sacerdote, roba unos objetos del Templo. Onías se lo reprocha y Menelao ordena su muerte. Tras muchos robos sacrílegos, el pueblo se rebela y comienza un juicio contra Menelao. Menelao compra a Tolomeo Dorimenes, quien convence al rey de que es inocente y todos los que habían defendido la ciudad, el pueblo y los objetos sagrados, son condenados a muerte. El rey Antíoco, tras una segunda expedición a Egipto, entra en Jerusalén y saquea el Templo de Jerusalén.