Agradece a este podcast tantas horas de entretenimiento y disfruta de episodios exclusivos como éste. ¡Apóyale en iVoox! El tiempo no cura todo. A veces, solo borra el ruido, pero el eco permanece. En un continente donde cada crimen tiene un rostro, cada impunidad se convierte en una herida abierta. Aquí están tres historias que aún sangran: tres casos sin resolución que desafían la lógica, la ley y la conciencia.
Número 3: El asesinato de Marielle Franco (Río de Janeiro, 2018)
Una bala en la noche. Una voz silenciada. Un país que no quiere olvidar.
La noche del 14 de marzo de 2018, Marielle Franco salió de un evento feminista en el centro de Río de Janeiro. Era tarde, pero no demasiado. Su agenda era tan intensa como siempre. En el coche iban ella, su asistente y su chófer, Anderson Gomes.
En el barrio de Estácio, un coche se acercó sigilosamente. Cuatro disparos directos a la cabeza de Marielle. Tres más impactaron en Anderson. La asistente, milagrosamente, salió ilesa. Fue un asesinato limpio. Rápido. Profesional.
Marielle era todo lo que incomodaba a las estructuras de poder: mujer negra, lesbiana, de las favelas, concejala del Partido Socialismo y Libertad (PSOL). Y, sobre todo, una crítica abierta de la violencia policial y las milicias paramilitares. Durante años había documentado abusos, denunciado desapariciones y exigido responsabilidades.
La escena del crimen:
Las balas eran de uso policial. Exactamente del lote vendido en 2006 a la Policía Federal. El vehículo de los asesinos tenía placas clonadas. No hubo cámaras funcionando. No hubo testigos. Todo estaba perfectamente calculado.
¿Quién disparó?
En marzo de 2019 fueron arrestados dos exmilitares: Ronnie Lessa y Élcio Queiroz. Según la fiscalía, Lessa fue el tirador y Élcio condujo el vehículo. Ambos negaron los cargos, pero se encontraron armas y pruebas en sus domicilios. ¿Motivo? La fiscalía sostiene que actuaron por odio ideológico.
En 2023, Élcio confesó parcialmente su implicación y admitió haber estado presente. Sin embargo, el autor intelectual sigue libre.
¿Quién ordenó el asesinato?
En marzo de 2024, la policía brasileña anunció la detención de los hermanos Chiquinho y Domingos Brazão, políticos con presuntos vínculos con las milicias, y del exjefe de policía Rivaldo Barbosa, acusado de encubrimiento. Según la acusación formal, Barbosa supo del crimen antes de que ocurriera y usó su posición para desviar la investigación.
Pero aún hay vacíos. ¿Quién pagó? ¿Por qué justo esa noche? ¿Qué mensajes pretendían enviar con ese crimen tan público?
¿Por qué sigue sin resolverse?
Encubrimientos de alto nivel.
Complicidad institucional.
Miedo dentro del propio sistema judicial.
El juicio sigue. La indignación también. En Brasil, el caso de Marielle Franco dejó de ser un crimen: es un símbolo. Pero el símbolo sigue sin justicia.
Número 2: La desaparición de Bruno Pereira y Dom Phillips (Amazonas, Brasil, 2022)
La selva los tragó. La impunidad los sepultó.
El 5 de junio de 2022, el periodista británico Dom Phillips y el activista indígena Bruno Pereira se adentraron en el Valle del Javari, una de las zonas más aisladas y peligrosas del Amazonas brasileño. Querían denunciar la invasión de tierras indígenas, la pesca ilegal, la tala y el narcotráfico.
Dom escribía un libro. Bruno era exfuncionario de la FUNAI (Fundación Nacional del Indio) y conocía la región como la palma de su mano. Iban en una pequeña lancha motorizada.
Desaparecieron ese mismo día.
La búsqueda:
Tardó días en comenzar de forma oficial. Fue la propia comunidad indígena quien, machete en mano, empezó a recorrer el territorio. Se encontraron restos de la embarcación. Luego ropa. Luego vísceras humanas flotando en el agua. Hasta que el 15 de junio, los cuerpos fueron hallados: decapitados, mutilados, con impactos de bala.
Los arrestos:
Tres hombres fueron detenidos. Entre ellos, Amarildo da Costa Oliveira, alias “Pelado”, pescador ilegal de la zona. Confesó haber disparado a ambos. La policía halló sangre en su embarcación. Él declaró que actuó para proteger su actividad criminal.
Pero la confesión dejó más preguntas que respuestas: ¿por qué matar a dos hombres desarmados en plena selva? ¿Quién dio la orden?
En diciembre de 2023, las autoridades federales revelaron vínculos entre los implicados y redes de crimen organizado que operan en el Amazonas. Hay otras siete personas investigadas. Pero los autores intelectuales siguen sin identificar.
¿Por qué el caso estremece?
Bruno había recibido amenazas previas.
Denunciaba conexiones entre autoridades locales y traficantes de recursos.
Dom escribía un libro sobre desarrollo sostenible.
Ambos sabían que estaban en peligro. Pero jamás imaginaron que morirían abandonados por el Estado.
¿Por qué el silencio aún duele?
Porque el Amazonas es una tierra sin ley.
Porque denunciar, allí, es firmar tu sentencia de muerte.
Porque sus muertes no han detenido el avance de los invasores.
Hoy, en cada pueblo indígena del Javari, se pronuncian sus nombres en voz baja. Como quien recuerda a un héroe. Como quien teme un nuevo martirio.
Número 1: El asesinato de Fátima Cecilia (Ciudad de México, 2020)
Una niña de siete años. Un crimen brutal. Una justicia a medias.
Fátima Cecilia Aldrighetti Anton desapareció el 11 de febrero de 2020 a la salida de su escuela, en la alcaldía Tláhuac, Ciudad de México. Su madre llegó con retraso. Una mujer, que luego se supo que no era familiar, se la llevó.
Cuatro días después, su cuerpo apareció en una bolsa de plástico. Había sido golpeada, abusada sexualmente y asesinada.
El país entero quedó paralizado. Fátima no era una estadística. Era el rostro inocente de la violencia extrema. Las marchas se multiplicaron. Las redes ardieron. El presidente López Obrador dijo que se investigaría hasta las últimas consecuencias.
¿Quién fue arrestado?
Gladys Giovana Cruz y su pareja, Mario Alberto Reyes, fueron detenidos tras ser identificados por testigos y cámaras de seguridad. Se dijo que el móvil fue un conflicto familiar. Que Giovana había conocido a la madre de Fátima en un hospital. Que tenían rencores antiguos. La pareja confesó en un inicio, pero luego se retractaron.
Ambos están hoy en prisión preventiva. Pero el juicio sigue sin resolución.
¿Por qué el caso aún conmueve?
Hubo negligencia institucional: la escuela entregó a la niña a una persona sin identificación.
La policía tardó en actuar. No se activó la alerta Amber de inmediato.
La escena del hallazgo del cuerpo fue contaminada, sin cadena de custodia clara.
A esto se suma la teoría no confirmada de que Fátima fue víctima de una red de trata infantil. Activistas afirman que la brutalidad del crimen y el encubrimiento indican algo más que un simple caso de venganza personal.
¿Qué queda por esclarecer?
Si los detenidos actuaron solos.
Si hubo encubrimiento forense.
Si se está protegiendo a alguien más grande, más influyente.
Fátima ya no podrá volver. Pero el sistema que permitió su muerte... sigue vivo.
Conclusión:
Tres crímenes. Tres países. Tres heridas abiertas en el alma de América Latina.
Las cifras no cuentan toda la historia. Son los rostros, las voces silenciadas, las familias rotas, los periodistas amenazados, los activistas asesinados, los niños olvidados.
¿Qué pasa cuando un crimen queda sin resolver?
Se transforma en símbolo. Y los símbolos, si no son resueltos, se convierten en advertencias. En promesas rotas. En excusas para que otros, mañana, disparen de nuevo.
En cada bala que no encuentra justicia, hay una segunda muerte: la de la esperanza.
Y América Latina ya no puede permitirse más funerales.
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