Hace 2.500 años, una mujer de mediana edad se sentaba en este templo griego, majestuoso en aquellos tiempos. Predecía el destino de imperios y reyes. Pronunciaba sus profecías en trance, seguramente bajo la influencia de antiguas drogas, y lo hacía en forma de adivinanzas que había que interpretar correctamente.
El Oráculo de Delfos era uno de los más celebrados y poderosos de la antigüedad; se creía que a través de aquella mujer hablaban los mismos dioses, pues la exactitud de las predicciones era extraordinaria, tanto que incluso los filósofos más escépticos confiaban en el oráculo.