En nuestra vida cristiana, entendemos que la perfección total, la libertad completa de todo pecado, no es posible mientras estemos en esta tierra. Todos, sin excepción, luchamos contra las tentaciones y nuestras debilidades. Sin embargo, la buena noticia es que, aunque nunca seremos completamente libres de todo pecado en esta vida, podemos ser completamente libres de la esclavitud del pecado.