La vida cristiana no está exenta de luchas. En cada paso que damos, el enemigo busca aprovechar cualquier oportunidad para debilitarnos, desviarnos o hacernos dudar de nuestra fe. Sin embargo, como hijos de Dios, sabemos que nunca habrá victoria sin pasar por una batalla. La clave es recordar que en medio de la batalla, Dios nos ha provisto de todo lo que necesitamos para resistir y, al final, triunfar.