Hoy el mundo carece de gente íntegra, justa, que ame sin intereses mezquinos. Hoy nos duele ver como se desintegran los hogares por la infidelidad, como se explota a la gente por la avaricia, como se abusa de los niños sin ningún temor.

La pregunta de miles de cristianos es ¿realmente se puede vivir una vida santa en un mundo tan contaminado? Definitivamente, Dios pensó en un plan perfecto. La salvación implica al Espíritu Santo para vivir poderosamente en medio de tanto pecado en que el mundo se encuentra. Respuesta concreta: ¡Claro que sí se puede!

Tenemos dos partes importantes en nuestro pasaje de hoy, que realmente algunos han pensado que son sinónimos, pero la realidad vista desde la intencionalidad del salmista, son dos expresiones muy complementarias en vez de ser una. Tu Palabra es una lámpara y esta versión agrega “que guía mis pies…” En primer lugar la lámpara es el instrumento y la luz es lo que ese instrumento produce.

Este pasaje está muy relacionado con la primera carta que Pablo le escribió a los corintios, considerando la historia de esa iglesia, y la fuerte influencia pagana que tenía, Pablo fue confrontativo, directo y muy enérgico en cuanto a llamar las cosas por su nombre. El pecado será llamado pecado, y las virtudes serán siempre virtudes.

Este mensaje de Jesús es muy diferente, el recibirlo puede dar vida y el rechazarlo produce muerte. Por lo tanto Jesús apela a que se ponga atención y que reflexionen, tanto con la lógica como con el corazón. En palabras sencillas diríamos que se intuya, que se ponga a funcionar lo que dicta la conciencia. Él es enviado de Dios, y para estar seguros, necesitamos escuchar a Dios y creerle a Dios.

El pasaje de hoy condensa las dos grandes partes en que está dividido el decálogo de Moisés, y al mismo tiempo presenta el nuevo mandamiento de Jesús, que también es la condensación de las dos grandes partes de las que se componen los Diez Mandamientos. 

El llamado de Dios a vivir en santidad, nos hace mencionar la diferencia entre lo que es errar y pecar. 

Hoy de manera sencilla, simple, sin códigos secretos que tengamos que descifrar, Jesús presenta la ley normal de la vida, un principio que por siglos ha funcionado: Dad y se os dará…

La súplica de Pablo a Dios es por su iglesia, una actitud muy linda de parte de un líder cristiano, el padre espiritual de los filipenses, para que la iglesia continúe con esa actitud que mostraron hacia él, pero que ese amor “desborde”, literalmente para con todos ellos como miembros de un cuerpo.

Los que hemos nacido de nuevo, tenemos la bendición de ser Hijos legítimos de Dios, salvados, tomados en cuenta por nombres e identidad. Buscar las cosas del Reino nos hace copartícipes de construir su Reino entre los seres humanos. Pero también nos da garantía de que estaremos eternamente y para siempre en ese lugar en dónde Él ahora está.