No hay nada comparable al olor de las páginas de un libro. Nada como su tacto, su sonido al pasarlas, su magia para adentrarte en otros mundos y vidas. Hoy celebramos esas historias que nos hacen viajar sin movernos del sitio y a las valientes personas que se atreven a compartirlas con el resto.

Mi primera experiencia con el formato audiolibro fue con 'Tú y otros desastres naturales', de María Martínez, y un fragmento me marcó en particular. Esta me parece la ocasión perfecta para rendirle homenaje y, de paso, cerrar por todo lo alto la segunda temporada de este podcast.

El broche de oro lo pone la música que acompaña al precioso discurso de Sam en Las Dos Torres, en el que habla precisamente de esas grandes historias que nos llenan de esperanza cuando todo va mal. Sí, he visto la saga 24 años después de su estreno... pero mejor tarde que nunca, supongo.

En fin, a ti que lees estas líneas, gracias por seguir aquí. Significa mucho para mí que, a pesar de haberme tomado un descanso de crear contenido en redes, decidas quedarte a escuchar. Prometo cuidar este pequeño rincón con toda la dedicación y amor que sea capaz de darle.

PD: El libro de la foto es 'El chico de las mil almas', de María Herrejón, a quien admiro y quiero muchísimo. Aparte de hacer juego con mi camisa, he querido que esté presente en la portada porque fue la razón por la que viví mi primer 23 de abril en Barcelona. Siempre tendrá un hueco en mi corazón por ese y miles de motivos más.

Aquí está el texto del que tanto hablo siempre, el que por mucho tiempo fue "el de la orilla" para mí. Se trata de uno de mis intentos por ponerle palabras a la parte más oscura de mi vida y crearme ese rayito de luz que me ayudara a salir.

Creía que lo encontraría en una metáfora y, la verdad, no niego que ésta me dio aliento para seguir a lo largo del proceso. Pero lo que realmente me salvó fue ese mensaje del 26 de enero de 2023, a las 11:11. Aquel día, tras darle vueltas y vueltas durante meses (mi único remordimiento es haber dudado y tardado tanto), decidí reservar mi primera cita de psicoterapia.

Para Lídia es este episodio, porque sin las herramientas, el sostén y la guía que me ha ofrecido desde entonces, aún seguiría a metros de la superficie. Su adaptabilidad, empatía y humanidad han hecho de la odisea un viaje más amable. Cada ejercicio me acerca más a esa mejor persona que quiero ser. Cada sesión es una tirita para el alma, aunque debajo siga supurando la herida. Cada espacio de tiempo "por mi cuenta" se va dilatando y haciéndose más ligero (jaque mate, ansiedad). Cada paso, incluso los de tortuga, es una victoria para ambas, y eso es algo inmenso. He tenido mucha suerte, con la profesional y la persona. Gracias a ella, ya no le temo a las tormentas de mi cabeza, al volcán del pecho, con su lava y cráteres, ni a la amenaza de cualquier otro desastre ahí fuera.

También para ti, pequeña, por tener el coraje de pedir auxilio y salvarnos del naufragio. Ahora nos tenemos la una a la otra, contra viento y marea. Siéntate a mi lado aquí en la arena, toma mi mano, respira y mira cuánto hemos crecido. Gracias a todas y cada una de las versiones que hemos sido por el camino, este es hoy nuestro hogar.

Esto es una carta para 2023, probablemente el año más difícil de todos los transitados, pero también el que sacó la mejor versión de mí. No quise agradecerle cada lección, porque detrás hubo heridas que desearía no haber sangrado. No estoy aquí gracias a él, sino a pesar de él.

Siempre digo que mi abuela María debió ser inmortal, porque eterna ya lo es. Con su partida, se llevó una parte de mí, pero a cambio dejó muchas otras.

Me despido de los que más quiero con un "avísame cuando llegues", porque recuerdo que ella, viviendo a una calle de distancia, me pedía una llamada cada vez que volvía a casa. Al cocinar pasta, vienen a mi mente sus suculentos y extra grasientos macarrones con tomate y chorizo. Los días en los que no me gusta lo que veo en el espejo, su voz y sonrisa acuden a mi memoria, mirándome de arriba a abajo y diciéndome lo guapa que le parecía. Cuando el miedo me hace una visita, me acuerdo de esos días en los que fingía estar enferma para no enfrentarme a las bullies del colegio y buscaba refugio en su hogar. Pienso en lo rápido que aprendería a usar TikTok, Twitter o cualquier red social que se le antojara, como cuando hablaba con los amigos de sus nietas por Messenger. Me hizo incontables regalos, desde las revistas de mi infancia, pasando por el dinero que sacaba de la bata cual traficante, hasta los abrazos y la retahíla de besos sonoros que tanto echo de menos.

Los 13 de septiembre han sido, durante doce largos años, una espinita clavada en el pecho. Hace dos por fin pude sacarla un poquito de las entrañas gracias a este texto, y desde entonces su ausencia escuece algo menos. Me queda el consuelo y la plena convicción de que ella creyó en mí en todo momento. Y voy a honrar su legado haciendo lo mismo: estando orgullosa de mí.

En 2018 empecé a escribir una serie de relatos de manera totalmente involuntaria, con la única intención de desbloquear mi creatividad. Barei es una gran fuente de inspiración para mí, y muchas de las fotos que sube a sus redes me parecen poesía en sí mismas. Vi tras ellas historias esperando a ser contadas. Así que fui en su busca, una a una.

Esta es la última que surgió, una oda a las emociones humanas. A veces quisiéramos apagar "el botón de sentir", volvernos tan fríos como el hielo y así protegernos del dolor. Pero eso, por suerte o por desgracia (quiero creer en la primera), es imposible. La realidad es que necesitamos atender a todos nuestros sentimientos y escuchar lo que nos quieren decir, porque tienen un gran valor y mucho qué contar. Abrazad cada uno de ellos con toda la intensidad que albergue vuestro pecho y no temáis a vivir de verdad. Dejad que los inviernos se os cuelen dentro de vez en cuando, que después siempre llegan tiempos más amables. Os lo dice la persona más friolera del mundo (palabrita).

Si vienes de mi cuenta de Instagram y llevas siguiéndome bastante tiempo, sabrás que el vídeo que tuvo la mayor de las acogidas fue este, Hogar. Y no me extraña, de hecho, lo celebro siempre. Me parece de los más sinceros y conmovedores que he creado nunca. Si, en cambio, no has tenido aún la ocasión, te invito a pasar por mi perfil y emocionarte con cada persona que quiso formar parte de esto (mil gracias, una vez más, por vuestra participación... fue un proceso realmente precioso unir todas las piezas).

Fueron también mis primeras décimas, por lo que me daba el doble de vértigo compartirlo públicamente. Por supuesto, tenía errores a nivel métrica y he mejorado mucho en las siguientes que he escrito, pero no puedo estar más orgullosa de mi primer "bebé" y ver mi progreso desde entonces.

Por si no lo sabes, estos versos están dedicados a todos aquellos abrazos que la pandemia nos arrebató. Ahora, en 2023, volvemos a disfrutar de ellos. Así que, por favor, no los des jamás por sentado, siente intensamente cada segundo de ellos, ríndete en el pecho de quienes más ames, aprieta fuerte, déjate ir... porque no sabemos cuando nos volverán a faltar.

Tener autores de referencia y escritores que nos inspiren con sus obras es vital para encontrar nuestra propia voz en las historias que creamos. Por esa razón, de vez en cuando me apetece homenajear a los míos con lo que en la música llamaríamos “cover”.

El pasado 23 de noviembre fue el segundo sin una de las personas que más me han marcado: mi abuelo, "l'avi", aunque la sangre y los apellidos nos lleven la contraria. Él ha sido un pilar fundamental en mi crecimiento personal, pues siempre tenía las palabras adecuadas para impulsarme, el oído dispuesto a escuchar mis mayores temores y el abrazo lleno de orgullo y amor. Compartimos menos tiempo del que hubiese deseado, pero sé que algún día volveremos a tomarnos unos churros con chocolate mientras presumimos el uno del otro.

Este poema, en realidad, lo escribí muchos años atrás, en el instituto. Estaba estudiando griego, latín, mitología... el mundo clásico en general; eso me inspiró a escribirle a la distancia -en sentido literal y físico-, usando como pretexto la guerra de Troya y la Ilíada. Me trajo muchas alegrías entonces, porque no solo gané un premio por él, si no también el agradecimiento personal de mi profesora, que estaba transitando esa misma situación y se sintió identificada con cada uno de los versos. Fue la primera vez que vi un impacto ajeno a raíz de mis palabras y guardo un precioso recuerdo de todo aquello.

Una semana después de morir Enric, rescaté estos pareados porque me di cuenta de que existen distancias aún más grandes y dolorosas. No sé cómo reuní la entereza para recitarlo, editarlo, publicarlo y hablar sobre esto, pues hace unos pocos meses no hubiese sido capaz. Estoy viviendo este duelo muy distinto a cualquier otro, pasando por todas sus fases a tiempos y ritmos insólitos, pero a su vez aprendiendo mucho sobre el proceso y permitiéndome sentir las emociones que van apareciendo. Dos años más tarde he vuelto a oír su voz y me he roto, sin reprimirme, soltando lo que el cuerpo me pide. Y no pasa nada, seguimos peleando por la vida con uñas, dientes y su huella grabada a fuego. 

Así que le dedico esto a él, por supuesto, y a todo aquel que tuviera la inmensa suerte de conocerlo de cerca. Esta batalla la vamos a ganar, porque la distancia es cada vez más corta. Como afirma Chica Sobresalto en una de sus mejores canciones: "dicen que nada es eterno, pero yo sé que sí".