Con este episodio me despido de un año difícil. Uno en el que, en realidad, no ha pasado nada tremendamente horrible, y sin embargo, mi cabeza insiste en que todo está mal: y decido hacerle caso. La ansiedad ha sido mi mayor compañía este 2022, unida a una tristeza y una apatía ya instaladas en el pecho (no me voy a rendir, lo prometo). A ellas les escribí otro texto que pronto escucharéis también por aquí. Pero hoy os traigo algo que vomité el día que cumplí 24 años. Coincidió con la cuarentena del primer y único COVID que he sufrido, y aparte de hacer maratones de series y quedarme en horizontal en el sofá con cara de ameba, me dio por reflexionar.
Es curioso volver a leer una versión anterior de ti, encontrarte con ella frente a frente y compartir lecciones con las herramientas de las que dispone cada una en ese momento. Lo único que espero es que mi yo de hace dos años esté orgullosa de mi lucha, y que dentro de otros dos mi futura yo lo esté de haber ganado la mayoría de los asaltos. Sé que no es un proceso lineal, que la vida nunca lo es. Lo que sí sé es que quiero volver a sentirme viva de verdad, y creo que estas líneas describen bastante bien lo que eso significa.
Pido perdón por creerme Jake Sully de repente, la saga de Avatar es en lo que se basa toda mi personalidad. Y gracias, de corazón, por seguir dedicando a mis palabras parte de tu tiempo, pese a la ausencia. Espero que 2023 sea más tirita y podamos celebrar muchas cosas juntxs.