Es necesario que reconozcamos con honestidad que tenemos problemas con nuestras peticiones. Ya nos lo dijo el Señor: “Pedís, y no recibís, porque pedís mal, para gastar en vuestros deleites.” Santiago 4:3. Comprendamos que todas nuestras peticiones tienen una motivación y que ésta podría no ser sana; que puede no convenirnos y, en consecuencia, el Señor no nos la concede, ¡aunque lo declaremos!, justamente, porque Él es bueno.