Es necesario que hoy entendamos que no somos el santo grial para creernos más que nadie.
La humildad llega, cuando entendemos que somos simples vasijas de barro, unas más decoradas que otras, pero al final, simples y frágiles vasijas de barro, a las que Dios ha querido usar para manifestar su gloria.
Uzías es un ejemplo del inmenso daño y las incalculables consecuencias que trae consigo el orgullo.
Podemos perderlo todo: Familia, hogar, amigos y sobre todo, el favor y la aprobación de Dios.
Él dice en su Palabra que mira de cerca al humilde, pero al altivo y orgulloso, lo mira de lejos.
“Dios te ama y quiere bendecirte”.
Creo firmemente que éste será un tiempo para ver el favor de Dios y el cumplimiento de todas sus promesas.
Por tanto, sé humilde para entender que no eres tú, no son tus fuerzas, ni tus títulos, tu conocimiento académico y mucho menos tu dinero o posesiones, sino que es la gracia de Dios, y su amor, lo que te sostiene y te garantiza vivir en bendición.
¿Quieres ser bendecido?
Deja el orgullo, búscale