Desde su sistematización en el Sínodo de Dort, las denominadas “Doctrinas de la Gracia” (hoy expresadas en el famoso TULIP calvinista) han sido objeto de debate. Tales doctrinas dejaron tan asqueado al Rey James de Inglaterra que, con enorme indignación, afirmó:
“Esta doctrina es tan horrible, que estoy persuadido que si hubiese un concilio de espíritus inmundos reunidos en el infierno, y su príncipe el diablo fuera a plantear la cuestión a todos ellos en general, o a cada uno en particular, para conocer su opinión sobre el medio más probable de incitar el odio de los hombres contra Dios su Creador; nada podría ser inventado por ellos que sería más eficaz para este propósito, o que podría poner una afrenta mayor sobre el amor de Dios por la humanidad, que ese infame decreto del reciente Sínodo, y la decisión de esta detestable fórmula, por la cual la inmensa mayoría de la raza humana es condenada al infierno por ninguna otra razón sino la mera voluntad de Dios, sin cualquier consideración por el pecado; la necesidad de pecar, así como la de ser condenado, están fijado sobre ellos por ese gran clavo del decreto previamente mencionado.” [Citado en “The Other Side of Calvinism”, escrito por Laurence M. Vance, 1999, p. 312].
Hoy, en medio de la creciente popularidad de la teología reformada, esas mismas doctrinas que horrorizaron al Rey James de Inglaterra, se nos venden como la divina panacea que se necesita para “re-evangelizar” el mundo y salvar al cristianismo de las herejías pelagianas, semipelagianas y, por supuesto, del arminianismo, el cual fue declarado herejía de forma arbitraria y sin derecho a réplica por el sínodo calvinista de Dort.
Pero independientemente de su aceptación por las autotoproclamadas "élites protestantes", el calvinismo mismo no escapa de la acusación de herejía por parte de otras ramas del cristianismo como la Iglesia Católica Romana, la Iglesia Ortodoxa Oriental e incluso ciertos sectores del protestantismo. A principios del siglo XVII, y en respuesta al desafío del calvinismo, la Iglesia Ortodoxa realizó una reunión sinodal en Jerusalén. En ese concilio, el calvinismo fue formalmente repudiado como herejía a través de la Confesión de Dositeo, compuesta por el Patriarca de Jerusalén con ese nombre, dejando en claro que, para la Ortodoxia, el calvinismo no es una opción teológica sino más bien una distorsión del Evangelio.
La crítica de la Ortodoxia hacia el calvinismo (tal como antes lo hiciera el catolicismo y algunos protestantes) se desarrolla en torno a cuatro líneas argumentales: (1) el calvinismo se basa en una lectura errónea de las Escrituras; (2) el calvinismo se desvía de la fe cristiana histórica definida por los Concilios Ecuménicos y los Padres de la Iglesia; (3) la comprensión del calvinismo de la soberanía de Dios lleva a la negación de la posibilidad del amor, y (4) el calvinismo conduce a una cristología defectuosa y a una comprensión distorsionada de la Trinidad [𝑽𝒆́𝒂𝒔𝒆: “𝑼𝒏𝒂 𝒄𝒓𝒊́𝒕𝒊𝒄𝒂 𝑶𝒓𝒕𝒐𝒅𝒐𝒙𝒂 𝒐𝒓𝒊𝒆𝒏𝒕𝒂𝒍 𝒂 𝒍𝒂 𝒅𝒐𝒄𝒕𝒓𝒊𝒏𝒂 𝒓𝒆𝒇𝒐𝒓𝒎𝒂𝒅𝒂 𝒅𝒆 𝒍𝒂 𝒑𝒓𝒆𝒅𝒆𝒔𝒕𝒊𝒏𝒂𝒄𝒊𝒐́𝒏”, 𝒆𝒔𝒄𝒓𝒊𝒕𝒐 𝒑𝒐𝒓 𝑹𝒐𝒃𝒆𝒓𝒕 𝑲. 𝑨𝒓𝒂𝒌𝒂𝒌𝒊, 𝟐𝟎𝟏𝟐. 𝑻𝒓𝒂𝒅𝒖𝒄𝒊𝒅𝒐, 𝒆𝒅𝒊𝒕𝒂𝒅𝒐 𝒚 𝒂𝒅𝒂𝒑𝒕𝒂𝒅𝒐 𝒑𝒐𝒓 𝑱𝒐𝒓𝒈𝒆 𝑶𝒔𝒕𝒐𝒔]
Pero ¿Cuál es la postura pentecostal acerca de la teología reformada (y particularmente de su soteriología)? Te invitamos a descubrirlo en el Taller III del 𝑺𝒆𝒎𝒊𝒏𝒂𝒓𝒊𝒐 𝑽𝒊𝒓𝒕𝒖𝒂𝒍 “𝑼𝒏𝒂 𝑹𝒆𝒔𝒑𝒖𝒆𝒔𝒕𝒂 𝑷𝒆𝒏𝒕𝒆𝒄𝒐𝒔𝒕𝒂𝒍 𝒂 𝒍𝒂 𝑻𝒆𝒐𝒍𝒐𝒈𝒊́𝒂 𝑹𝒆𝒇𝒐𝒓𝒎𝒂𝒅𝒂”.
IMPARTIDO POR | Pastor Hugo Efraín Vásquez ( CyberSaulo )