Pareciera que desde que el mundo es mundo nos queremos acabar.
En nuestra infancia, durante los años noventa, en la tele estaban anunciando que se venía el fin. Ahí aparecía un señor de dudosa procedencia dando los detalles sin sentido de la predicción. Y ahí estábamos, cuando llegaba el día, con cara de funeral esperando que algo ocurriera. Por supuesto, nada nunca ocurría.
Pasó el tiempo y el asunto, que ya perdía fuerza, se transformó en una especie de folclor, de intenciones mixtas, mitos urbanos que se difundían con cierta gracia, con una risita, como sin saber si preocupar o sacar carcajadas. La guagua apocalíptica y su predicción siniestra, el fin del milenio y los computadores confundidos, el calendario maya y su ciclo finito, terremotos imposibles de sobrevivir, alienígenas que esperan sigilosos atacarnos… han habido tantas predicciones del fin del mundo, que sencillamente ya no las creemos.
Pero, si el mundo se acaba… ¿Qué pasaría? Lo cierto es que cuando hablamos del fin del mundo en realidad hablamos del fin de la tierra. Del fin de la humanidad. Pero el universo seguirá existiendo. Somos un grano de arena en una playa inmensa, en un mar infinito llamado universo.
Y así como cuando en el verano no nos damos ni cuenta y pisamos una hilera de hormigas y seguimos nuestro camino sin más, desconociendo la tragedia que para ellas pueda significar, algo similar ocurriría con nosotros… el gran evento, el fin del mundo como lo conocemos, podría ser la nada misma ante la perspectiva ajena. Ante la perspectiva de la eternidad que ha tenido más historia sin nosotros que con nosotros en ella.
Nos creemos el centro del universo y en realidad no somos nada.
Entender eso es el verdadero fin del mundo, uno que nos libera de esta terrenidad finita e insoportablemente egocéntrica. Hoy queremos contarles sobre qué dicen los textos religiosos sobre el fin, qué dice la ciencia, pero también qué dicen los filósofos. Y si bien queremos hablar sobre la angustia del fin del mundo, también nos gustaría hablar de los finales en general y la angustia de imaginar el fin de las cosas.