Las lecturas de este día tenemos que llevarlas a nuestra vida:

¿Qué misión desempeñas tú en la Iglesia? Más aún, ¿cuál es tu papel en la construcción del Reino? ¿Un rol pasivo o un rol activo? La respuesta es clave. Al igual que será clave responder: ¿qué quiere Jesús de mí? ¿qué relación tengo con Jesús? Y más todavía, ¿quisiera que Jesús se acercara a mi vida?

Ánimo.

Te invito a responder.

La liturgia de la palabra de este Domingo nos invita a descubrir lo que Dios hace en nuestra vida, el como se relaciona con nosotros. Nos insta a reconocer nuestros talentos como un don que viene del Espíritu y por tanto orientados al Bien Común. Y sobre todo nos sugiere que descubramos a un Jesús cotidiano, en relación con los demás, en relación con nuestra propia historia.

Hoy celebramos la Solemnidad del Bautismo de Jesús. Una fiesta que también ha de recordarnos nuestro bautismo con todo lo que ello supone de fiesta, gozo, alegría y esperanza. Sin embargo, no nos podemos quedar solo en el recuerdo: es necesario el compromiso con la construcción de un mundo nuevo, en clave de amor, de vida y de encuentro. Un mundo donde lo común sea que hagamos el bien.

¿Te atreves?

Hoy la clave la vamos a encontrar en la carta de San Pablo a los Efesios.

¿Qué hace Dios en nuestra vida?

¿Por qué nos ha llamado?

¿Para qué nos ha llamado?

Y ¿qué es lo que quiere Pablo de nosotros?

Después de todo, si hay una Palabra que lo define todo es la del AMOR. Amor Eterno y sin Límites. Amor que habla hasta la eternidad.

El amor es la clave de todo estos pasajes bíblicos. Por amor, y nada más que por amor, has sido hecho hijo/a de Dios. Por amor, eso te hace hermano de los demás. Por amor, debes precisamente vivir en esa clave de encuentro y de vida. Por amor, Dios tuvo una familia y por amor nos enseña a vivir en ella. Todo está en esa clave. ¿Eres capaz de vivirla? ¿Eres capaz de entregarte fuerte?

Ánimo.

Humildad, humildad y más humildad. Esta es la llamada de este domingo del tiempo ordinario. Humildad para reconocer que Dios es el que nos llama. Humildad para reconocer que Jesús lo ha transformado todo al entregar su vida por amor. Humildad para experimentar el gran amor que Dios nos tiene: amor que nos quiere felices, amor que se da hasta el extremo.

La alegría es la palabra de esta liturgia de la palabra. Es un concepto sumamente interesante y puede quedar allí si no lo llevamos a nuestro corazón. Es en ese momento cuando deja de ser solo algo teórico y se convierte en algo experiencial. Es decir, una alegría que transforma, que convierte, que mueve al compromiso con el mundo, con cada persona. Y todo, partiendo de ese Jesús que viene a nuestra vida y lo toca todo.

En este 2º Domingo la Palabra de Dios es tan rica que profundizar en ella es realmente enriquecedor para cada uno de nosotros. Tantos motivos para dar gracias, tanto afecto, tanta compañía, tanta cercanía de Dios. En fin, una liturgia de la Palabra que puede llegar al corazón y también puede comprometer toda nuestra vida: la profecía llama y es preciso transformar la realidad en la que nos encontramos.

Hoy empezamos un tiempo fuerte: el adviento. Tiempo de preparación, de búsqueda, de encuentro, de preguntas y sobre todo de Gracia. El Señor, presente en las lecturas, nos invita a una actitud clave: el estar despiertos. Nos mueve a hacer una oración: la de la fortaleza. Y nos impulsa a un compromiso: el amor mutuo con todos. Esperemos este tiempo de Adviento no nos deje iguales sino que poco a poco vaya transformando nuestra vida.

¿Cómo son los Reinos de este mundo? Presentemos una antítesis entre los Reinos de este mundo y el Reino de Dios. Es decir, mientras que los reinados de este mundo caen o son iconos de luchas de poder y de violencia; el Reino de Dios es Amor, es Paz, es Encuentro, es Eterno y en el Jesucristo, y no la Muerte, tiene la última palabra. Esto es clave en un mundo que necesita respuestas: un mundo en el cual tenemos que construir el reino.