Como seres humanos trabajamos por el pan diario, pero como hijos de Dios trabajamos para engrandecer el reino y lo hacemos fundamentados en el poder de Él que trabaja en nosotros

Los seres humanos terminamos aprendiendo que el pecar es un delito cometido contra el mismo Dios y es por esto que debemos confrontarnos nosotros mismos y admitir nuestras faltas y pedir perdón

El Señor nos llama a dejar las contiendas de lado y que seamos capaces de derramar amor por cualquier lugar que vayamos y esa será la forma de poner Su Nombre en alto

El Señor nos insta a ayudar a los que están en necesidad a todos aquellos indefensos que el mundo desecha y porque somos hijos del Altísimo debemos honrarlo ayudando a quien lo necesite

Es bueno que cuando vayamos a encontrarnos con alguien nos preparemos para ese evento y mucho más si nuestro

interlocutor es Nuestro Señor y Salvador Jesucristo

Dios nos ha dado el privilegio de conocerlo a través de su Palabra y cuando nosotros le entregamos nuestras vidas Él nos equipa con información para que nosotros pongamos en práctica todo ese conocimiento celestial

Dios es misericordioso con nosotros, su creación, y esto lo demuestra a lo largo de toda nuestra existencia ya que cuando merecíamos el castigo por habernos de su voluntad, Él nos tendió su mano a través de su Hijo Jesucristo

Cuando nosotros procedemos mal seguro seremos reprendidos y si insistimos en ese procedimiento seguro también seremos desechados, es por eso que el Señor nos manda a que actuemos con bondad hacia los demás y será así que seremos bendecidos

Existe una diferencia importante en el concepto de paz, una es la que nos ofrece el mundo, aunque esta paz es pasajera siempre es bienvenida, pero hay otro concepto de paz y esta es la paz de Dios y es a esta que nos debemos aferrar con toda nuestra fuerza ya que esta la misma es indestructible y eterna

El mundo como tal está en un estado de conflicto permanente y la ira y el enojo dominan la vida de la gente que no conoce a Jesús como su Señor y Salvador, mientras que los hijos de Dios son identificados por el amor que el Padre celestial ha derramado sobre su herencia permanente