En invierno estamos acostumbrados a horarios rígidos adaptados a las guarderías, colegios y trabajos. Sin embargo, en verano las dinámicas cambian y verano se asocia a descanso y a disfrute, pero si esto no se maneja bien, el verano puede convertirse en un periodo de desorganización y una fuente de conflicto, ya que los días son más largos, hay más tiempo libre, menos rutinas y todo se relativiza.
Por otro lado, el aumento del tiempo que se pasa en familia, se puede convertir en foco de conflicto si no se gestiona bien.
Por todo ello, hay que estar preparado para adaptarse a los cambios que conlleva el verano. A continuación, vamos a dar algunas pautas para conseguirlo: Como siempre de la mano de nuestra psicóloga, María Arévalo.