A veces la gente espera que suceda algo extraordinario, o incluso milagroso, en Navidad. Pero cuando Cristo vino a la tierra, vino vestido, no de lo extraordinario, sino de lo ordinario. Vino vestido con el manto de nuestra débil, frágil y mortal humanidad. 'Envolvieron al bebé en pañales y lo acostaron en un pesebre.' Como una bellota que cae a la tierra, silenciosa y sin anunciar, en un rincón remoto del bosque, y que se convierte en un gran roble, así que de estos humildes orígenes Jesús creció para mostrarnos la grandeza de nuestra humanidad.
Primera lectura (Is 9, 1-7). Esta profecía sobre la venida de un hijo salvador, que rescatará a su pueblo de la opresión, se cumple en Jesús.