Fuera de la iglesia pasa el tráfico ruidoso. La gente corre de aquí para allá. Pero dejé ese mundo atrás y estoy aquí ante ti, Señor. No excluyo a mis hermanos y hermanas. Los traigo conmigo, porque sé que son igualmente queridos para ti. No tengo nada. Sin embargo, sé que, porque te tengo a ti, lo tengo todo. Cierro mi mente y abro mi corazón, y así estoy en paz. Aquí experimento mi verdadero valor, que consiste, no en mis posesiones o logros, sino en saber que soy amado por ti.