Hoy en día, la contaminación se ha convertido en un gran problema, y con razón. La gente quiere agua limpia, aire limpio y comida decente. Pero deberíamos estar aún más preocupados por la contaminación más peligrosa de todas, a saber, el mal. Orgullo, ira, odio, lujuria, codicia, envidia ... todos estos son contaminantes peligrosos. Entonces, ¿qué debemos hacer? Debemos purificar la fuente; el corazón es la fuente. Es el manantial del que fluyen todos nuestros pensamientos, palabras y acciones. Si el corazón está limpio, todo lo que fluye de él estará limpio. Bienaventurados los limpios de corazón: ellos verán a Dios.